sábado, enero 28, 2006

Tema del amo y el esclavo


(Port au Prince, Haití, circa 1989)

Esclavo

Argamasa del suplicio es la cadena,
El misterio de mi cuerpo es mi condena,
Cuando se aleja la tierra con sus luces
En la batalla concluida por el viento.

Y he aquí los trabajos de la silueta,
La escritura de mi nombre en el sudor,
El deseo de una muerte acompasada
En la profecía de mis manos desatadas.

No hay dios posible,
Porque de amargos amoniacos han llenado mi boca
Al colmarse las ajenas horas de mi frente.

Otro sonríe,
Sí, patéame, reza con solemne semblante
Y esgrime la rosa de la burla en diestro brazo.
Cada bofetada es virgen madre de mi furia,
Cada mirada sobre el hombro es dulce flecha de venganza.
Ya robo,
Y en justiciero incendio arraso con el trazado de las calles,
Y orino en las fauces de tu templo,
Cuando se fuga mi memoria
Hacia la eterna libertad de la muerte.


Amo

Mi reino por un caballo,
Mis violadas doncellas por todo el oro.
¿Adónde el hedónico goce de la ganancia?
¿Adónde los interminables días del ocio acompasado?

El fuego se ha posado sobre mis ojos,
Y sutiles llamas consumen mi aposento.

Fui buen padre
Y entre Ellos propagé la Razón Divina
De la Casa Organizada por encomienda del Supremo.
Ahora mi ruina es laberinto de oscuras caravelas,
En este océano de lo incierto.
Unos cuantos muebles y el oro de mi fama es el único sobrante.
Todo se fuga,
De ello no hay duda.
Sin embargo:
Mi mano sujeta la herida acicalada
Y predispone mi abierta sed de venganza.
No podrás derrotarme,
Ya he sido tu esclavo en la miseria.
Que mejor es tener la furia acumulada entre los dientes,
Que perder el silencio en un instante.
Por ello te buscaré allí,
Donde mora tu alma libre.
Soy oscuro recinto de alguna razón residenciada en tu intelecto.
Yo soy la muerte
Y hacia mí corres,
cual vil esclavo.

del poemario Letal. ©

viernes, enero 27, 2006

Hombre doméstico


Llevo dos semanas sin trabajar desde que nació mi hijo Mauro. Cuando regrese serán casi tres. No extraño mi trabajo. Le he tomado cariño a esto de estar en casa, de vivir para los hijos las 24 horas del día.

Leo. Juego PSP. Escribo. Ayudo en las tareas para atender al niño. Duermo. Eso sí, me levanto temprano todos los días para llevar a mi hija Marina a la escuela y luego nos vamos juntos a practicar fútbol tras completar las tareas de estudio.

Salir del ajetreo peridodístico en el que trabajo me ha revelado un Puerto Rico inédito para mi. Todas las mañanas leo los periódicos y me parece que las noticias son de un país extranjero, torpe y al garete. Quizás nos tomamos muy en serio la comedia política del País o el deterioro en la calidad de vida, sin fijarnos en lo maravilloso de este pedazo de Isla que nos espera escondido en cada rincón. ¿Será esto la felicidad? Me voy a lavar una tanda de ropa...

jueves, enero 26, 2006

Dumb and proud of it


...and now a crowd pleaser...como sidekick de la excelente reseña de Desentramados sobre el film Broke Back Mountain, el Búcutu les regala a sus lectores un vídeo que captura la excelsa opinión del Big Ugly American, W., sobre la gran película de este año. http://www.ep3.es/?obj_id=1524 Enjoy!

p.d. Si esa no los tira de la silla visiten http://www.bushisantichrist.com/ . Lean el 'análisis' para fundamentar la teoría que perfila a este pedazo de carne con la inteligencia de una butaca como el soldado del fin de los tiempos mientras disfrutan de la música 'satánica' y 'apocalíptica' de la página...priceless!

martes, enero 24, 2006

Mauro crece

Hola, amigos del Búcutu, soy Mauro André Pérez Solla. Nací el 19 de enero a las 19 horas con 19 minutos. Mi papá, desde que estaba en el vientre de mamá, dice que yo soy su buena estrella, que lo llevo al palo con mi querencia.

Pero esas son cavilaciones de gente grande. Por lo pronto yo crezco y me levanto cada dos horas para disfrutar de la dulce leche de las tetas de mamá.

Ya estoy en mi casa y salí de ese hospital macabro, donde tanto frío hacía. Ahora me paso de abrazo en abrazo, junto a mi familia, pero sobre todo disfruto del cariño de mi hermana Marina, la mejor jugadora de fútbol. En el patio de casa hay dos porterías y estoy loco por caminar para que ella me enseñe a jugar, también quiero salir para halarle la cola a Sushi, Sake y Gatín. Bueno, luego les sigo escribiendo, por lo pronto los dejo con papá, quien mantiene este espacio. Espero que con mi llegada se le quite la amargura que tenía y escriba arropado con mi ternura. Si alguien sabe de mi tía Lola, de quien se dice anda por Praga, díganle que le escriba o llame a papá. El quiere que ella sea una de mis madrinas, pero aún no la encontramos.

miércoles, enero 18, 2006

Ahora le toca al ugly boricua

"La humildad no sirve con estos lechones, se equivocan, son brutos y morones con cojones".
No me la explota, Tego Calderón

Mi penúltimo padrastro, un bruto adinerado, nunca quizó ir de paseo con mi madre a Europa porque -No voy al carajo a ver piedras. El Viejo Continente para su estreñida imaginación era una cantera de peñones, un museo vetusto e insignificante. Pensamiento de un ugly boricua.

Puerto Rico está lleno de ellos y Estados Unidos no sabe qué hacer con esas manadas dementes. Como muestra presento a éste bambalán ejemplar, quien en el Puerto Rican Day Parade de Nueba Yol demuestra su "orgullo" con su traje abanderado, su gorro Tío Sam adaptado con la monoestrellada, su chipote chichón, también abanderado y su cara rechoncha maquillada con esta es la linda tierra que busco yo, mientras bebe Coca-Cola.

Lo más seguro nuestro marching amigo le confecciona una lista a su abuela en Las Marías para que le envié las cosas que él 'necesita': pasteles, lechón congelao, coquito y otros aburrimientos trillados del paladeo boricua.

Mas ese no es el asunto de este fragmento, amigo del Búcutu, sino un vistazo Nesquik, al comportamiento de los ugly boricuas cuando salen de sus fronteras nacionales, como le gustaría reafirmar a un independentista utópico quien aún piensa que los linderos de la ínsula son 'nacionales'.

El ugly boricua deplora a su país, mientras está en sus confines territoriales, pero lo ama tan pronto percibe alguna 'amenaza' contra su 'identidad'. Recuerdo que hace unos seis años disfrutaba de un vuelo desde San Juan a Santiago de los Caballeros, en República Dominicana, cuando un bonche de palurdos comenzaron a cantar el hit parade de la zanganería boricuosa: 'la pelúa' y 'la bomba'.

¡No había pasado ni una hora desde que había despegado la aeronave del aeropuerto de Isla Verde y ya estos chinchorreros estaban nostálgicos! Las azafatas, algunas de ellas puertorriqueñas otras dominicanas, estaban presas del asombro ante la actitud de cantar algo 'puertorriqueño' con fervor y alevosía, como si en la aduana quisqueyana les fueran a exigir como impuesto de entrada su alma borincana.

Claro, hay que cantar y duro, gritando. Otra estampa: viajé hace dos años con mi familia a Costa Rica. Los ticos, sobre todo los que viven del turismo, se esmeran por darle las atenciones necesarias a sus huéspedes, siempre muy orgullosos del devenir pacifísta y de pueblo de amantes de la naturaleza que tomó su país.

Sin embargo, una bibliotecaria universitaria portoricensis, blanca, regordeta y cafretona, junto a su hija, no cerraron el pico hasta que convencieron al tour guide y al resto de la tripulación -otra pareja de boricuas y un par de alemanes taciturnos- a que cantaran canciones de Puerto Rico.

Lo obvio, y como acto de cortesía, era que le pidieran al tour guide que nos brindara con una tonada de su país para consumar el intercambio cultural. Pero no, insistieron en 'El jibarito' y 'En mi Viejo San Juan', dos de las canciones más deprimentes de todos los tiempos. La verguneza me acechaba.

Si hubiera existido una ventana de escape en la guagua me hubiera lanzado con mi familia y nos hubieramos quedado pastando vacas en los valles que circundan a Cartago. Los alemanes miraban a los ugly boricuas como si fueran mandriles cantores; la otra pareja Del País se enchurrascó en la bobería patriotera, mientras el guía -que no era ningún pendejo y quería su buena propina- les hacía coro.

Y es que el ugly boricua -como su colega estadounidense al que aludo en el escrito anterior- es un rico de nueva cuña, o más bien se cree acaudalado ante -¡Chacho!, esas repúblicas que son bien pobres, allí la gente se muere de hambre, no hay trabajo, no hay comida, no hay dinero, ¡no hay moles!...

Y como al bruto le pagan en US Dollar$ es justo y necesario que le restriegue en la cara a los latinoamericanos su paupérrimo destino, mientras lo atosigan con relatos sobre su abultada billetera, la mansión en la que residen en Park Gardens o el maquinón Ford y su caballaje, al tiempo que le recuerdan que son descendientes de asturianos, aunque su semblante delate su burundanga.

La estulticia consumista del urban yaibaro se pone de manifiesto cuando pide que lo lleven a -Comprar, comprar y comprar... Así constaté mientras hacía un recorrido por Venezuela back in 1988. Bajábamos de pasar un día solaz en la Colonia Tovar, cuando el guía turístico le preguntó al grupo si quiería visitar la casa museo donde vivió Bolivar, en Caracas, o hacer alguna otra actividad. Una gorda tetona, lunar verrugoso sobre el labio superior, no permitió deliberación alguna: -¡Ya estamos jartos de tanto museo, vamos pa' las tiendas!-, gritó a boca de jarro.

En otra ocasión tuve la dicha de que una amiga dominicana con quien estudiaba en EE.UU., me invitó a pasar la tarde en la terraza del hotel Barceló de Santo Domingo. Ella era socia de no sé qué club del hotel y yo, como dice el lema de la FUPI, todo boricua cachetero, no dejé pasar tan preciada oportunidad.

Así que ahí estoy, cual machaso soft con su vodka con jugo de arándanos y limón, dándole mi melena al viento que llevaba en aquellos días, y oteando las protuberancias de mi amiga, a quien, hasta ese momento, no se me había ocurrido fuera una oportunidad para el rapeo y grajeo, deslumbrado con su bellísimo bikini, cuando una pareja de adolecentes nos saltó por encima e hicieron el clavado estilo 'bomba' en la piscina.

-Esos son compatriotas tuyos-, me dijo la chica con una sonrisa entre la conmiseración y el asco.

-Ya, ¿cómo lo sabes?-, respondí inocente.

Fueron los chicos quienes aclararon el entuerto. Ambos salieron de la superficie de la piscina, con dos pendientes de brillantes en cada cuajo, cadenús, casco al rape, para reclamarle a un tercero que se quedó sentado en la barra...-¡Cabrón, tráenos un pal de jelvesas!

Y así se pasean por Quisqueya, creyendo -como me creí por unos instantes en que pensé que era posible levantarme a mi amiga- que son los pimps de la República, los chingones; que todas las gevas se arrodillan ante ellos; que hay que beberse todo el Brugal y las Presidentes as soon as, cuando una gran mayoría de las mujeres dominicanas, a la sazón domesticadas por el machismo hard core de nuestra cultura vecina, piensan que son...-Unos boricuas pariguayasos y encima pájaros. Traducción al sanjuanero: mamaos y amariconados.

Igual se comportan cuando van de visita... -A las islas, chacho pa' bebel mucho del ron con hongos en el Sack de Bomba, fumalnos un moto y chingalnos a par de gringas en Jujst Ban Daik. O cuando van a España y meten la feca -como una vez hice en Washington con una madrileña- de que bailan salsa con cojones. A mi no me dio buenos resultados aquella mentirilla, pero ya les cuento en otro texto...

Regreso al vistazo que nos compete. El ugly boricua es tal y como Luis Rafael Sánchez describe a su Benny de La Guaracha del Macho Camacho: bruto y orgulloso de serlo. Su verbo es todo un estreñimiento de ideas y una churra de disparates.

Ya viene por ahí, lector del Búcutu, una novella que promete relatar las lindezas de un road trip de unos boricuas por la República Dominicana: All inclusive. Espérala.

Me despido con otra imagen. También he posado como ugly boricua cuando estudiaba en the land of the free. Véanme entrando a la estación Smithsonian del metro de Washington DC, llevó un jugo de china en la mano, en violación de los reglamentos del tren, cuando un virginian muy educado y cortés me instruye... -Sir, you can drink on the train... Y yo le respondo entre dientes, con la cabeza rapada que llevaba antaño, mis patillas a lo hockey stick, mi guayabera azul ancha marca La Cubanita y mi collar de la bandera de Puerto Rico confeccionado con beads...-I nou dat, gringo!.

La nostalgia es la autopista al ridículo y yo como good hardworking boricua student me regodeaba en mi estado. Amén puñeta.

lunes, enero 16, 2006

Las peripecias del ugly american

Pelar al ugly american, ese enano ególatra y megalómano que habita en el cerebro de muchos de los estadounidenses, ya puede ser un tópico trillado. Sin embargo cada semana que pasa desde que comenzaron las guerras en Irak y Afganistán el Feo Mayor aparece en radio y televisión con su pronunciación de texano torombolo y predica "We're making progress". We? De quién está hablando, a quién se dirige? Qué grande el Feo Mayor, manteniendo el mito del ugly vivo!

Anoche leía un excelente reportaje en Vanity Fair sobre la desesperación y los desvaríos ocurridos tras la desaparición de la adolescente de Alabama Natalee Hollaway en Aruba el pasado año. Bryan Burrough, contrario al espectáculo de esos tecatos del rating que se hacen llamar periodistas y no son más que una caterva de cizañeros, explora las áreas grises del enigma tras la desaparición de la chica y hace un amplio recuento sobre el circo mediático que montaron las grandes cadenas televisivas estadounidenese para el público ávido de morbo: la historia de una chica blanca, adolescente, "inocente", perdida en una isla tropical y sus tres testigos, un holandes blanco tropicaloso y dos indios 'halfbread', como diría un redneco, eran el gran manjar para los miles de stupid gringos que se sentarían todas las noches frente a la TV con su six pack of beer and a sack of chips.

La madre de Natalee, Beth Twitty, se lanzó a la isla tan pronto supo sobre la desaparición de su hija. Llegó en un jet privado que le prestaron unos amigos y armó el desastre en la ínsula holandesa. No habían pasado 24 desde que la chica desapareció y ya los padres querían que arrestaran a los tres sospechosos, Joran Van der Sloot, Satish y Deepak Kalpoe.

Su angustia se entiende, el dolor de un hijo muerto o desaparecido debe ser un vacío macabro que deja sin aire al más duro. Y aunque los oficiales arubeños le explicaron a los Twitty que no podían hacer tal cosa hasta que no pasaran 48 horas desde la desaparición para iniciar la pesquisa, según la mayoría de los protocolos de investigación de la mayoría de los paises cesudos, ellos insistían, trajeron investigadores privados, vinieron voluntarios desde EE.UU. e inclusive agentes federales se involucraron en desenvolver la moña.

Armaron tal follón que hasta el primer ministro comenzó a presionar a los detectives que desarrollaban su indagación según las pautas europeas: identificar a los sospechosos, dejarlos hacer un poco, seguirlos de cerca, escuchar sus conversaciones y espiarlos hasta dar con la evidencia o que uno de los malevos converse con su colega sobre el crimen.

Pero nada de esto sucedió. Los Twitty trajeron a Greta Van Sustern, el adefesio mejor pagado de la televisión por cable, a Bill O Reilly y hasta churras peores que se transmiten desde America the beautifull para el mundo. Los comediantes-periodistas entrevistaron a todo el mundo y los invitaban a que dieran su opinión. En EE.UU. es muy importante opinar, es la escencia de la democracia, aunque se digan mentiras, medias verdades o vulgares disparates.
Hasta al jefe de la policía de la isla le pedían su teoría!

En el principio de la búsqueda, la isla entera se solidarizó con los Twitty. El rescate adquirió proporciones de operativo militar y hasta dos F-16 participaron del rastreo con rayos infrarojos para ver si daban con el cadáver. Nada. Lo más curioso del asunto es que según transcurrió el tiempo y los Twetty se hicieron famosos por TV, su actitud hacia los arubeños cambió.

Comenzaron los insultos: que Aruba es una isla corrupta; que ellos querían encubrir el crimen que alegaban habían cometido contra la chica; que los policías eran unos ineptos y el sistema de justicia era un fiasco. Y hasta tuvieron la audacia de seguir e interrogar a los sospechosos sin informárselo a la policía, hostigando a los tres adolescentes y rebasando toda la prudencia que debe regir una investigación tan difícil, por tratarse de una adolescente cuyo cuerpo estaba perdido, cero evidencia.

Imagínate, lector de Búcutu, si la campaña de difamación de los Twetty, que querían que Aruba hiciera las cosas the American Way, llegó lejos que comparecieron a los tv news shows insinuando que el sistema de justicia holandés era un embuste y hasta el primer ministro tuvo que hacer una declaración a la isla en vivo y hubo protestas contra la actitud de los sureños, defendiendo los arubeños su honra caribeña.

Y es que el ugly american se luce ante las cámaras. Se cree omnipotente. Y fue así como la familia de Alabama perdió el apoyo de la isla entera, hasta de dos periodistas estadounidenses que residen en la isla y editan desde hace una década un rotativo en inglés y un comerciante de EE.UU, quien logró la primera confesión de Van der Sloot.

Pero ellos querían más. Habla Beth Twitty, "I'm putting together another strike against Aruba...They should never messed with me" (énfasis mío) . El pinchoncito de marido de Twetty, Jug, inclusive agredió a una de las periodistas gringas residentes en la isla mientras tenía en sus brazos a un recién nacidó: 'Fuck you! Get the fuck away from my wife! I never want to see you again...".

Y que sucedió al final? Nada, puro circo. No dieron con el cuerpo. El juez soltó a los sospechosos por falta de evidencia y por ser un caso totalmente inmaduro sin estar fundamentado en los hechos y la evidencia, los Twetty dejaron de ser estrellas de los medios para que Katrina y la catastrofe de los refugiados y víctimas en Nueva Orleans pasara a primer plano.

Eran más exóticos y dulces para el ratting los miles de prietos sucios, sin hogar, enfermos, en una ciudad que parecía una letrina, un espectáculo digno de Animal Planet, 'Oh my gosh!, is that here, in the states, it looks like Ethiopia, can I use my Mastercard to make a donattion over the phone?'...pero esos son otros veinte...

But the ugly american está acostadito ahí en el alma del gringo grosero, esperando por el disparo que le sirva de señal. 'Wake up ugly american, wake up from that dream, there's the signal, it's time to fight, we want freedom, and our Patriots will give us freedom!'

Exagero? Transcribo la descripción de Aruba del periodista Burrough. Recuerda, amigo del Búcutu, que trabaja para Vanity Fair, un magazine radical para los etándares puritanos: "While it's main business is tourism-72 per cent of visitors are American- Aruba is not a typical Third World Caribbean island. Eighteen miles off the coast off Venezuela, Aruba has multi-racial population of 70, 000. It's infrastructure is well developed, its streets are clean, and the culture has been thoroughly Americanized since Standart Oil built what was then one of the world's lasgest refineries, at the island's southeastern tip, in 1924. There are McDonnald's, Pizza Huts, Taco Bells and a Hooters. While palm trees have been planted in the tourist areas, the climate is arid, and pencil-like cacti line the inlando roads" (énfasis mío).

Qué se haría el ugly american sin su gasolina, sin su McMierda y su obsesión con la limpieza? Cuando no hay con quien guerrear siempre se pude batallar contra los gérmenes... Denle hamburguesas, cervezas and a football to toss, and they'll be burping all night long and talking y colocando como prefijo de cada cosa que dicen: 'It's like...'

Aquí vemos a un ejemplar de un mastodonte sureño que ante la escases de gasolina tras Katrina llevó una decena de tanques para llenarlos todos, para él, solito...una escena que se repite en esta Insula Hirsuta, con sus apéndices, los ugly boricuas...

Pero sigan este enlace que les ofrezco, escuchen y vean de lo que es capaz un armed ugly american...

http://www.informationclearinghouse.info/article5365.htm

Oh! Alerta! Se ha desatado la alarma general en Puerto Rico, Miriam Ramírez de Ferrer hará un striptease y enseñará sus hooters ante 'los medios', pues cerraron la sucursal del restaurant en San Juan, otra señal inequívoca de que la república de Puerto Rico es inminente...Al fin alguien se digna a darlo todo por la patria.

jueves, enero 12, 2006

Mima íntima

Por Marcos Pérez Ramírez
Especial para Búcutu

Cada vez creo menos en las casualidades. Me apresto a escuchar el nuevo disco compacto de Mima cuando saco la selección musical que había en el sistema de sonido de mi auto: Wave de Antonio Carlos Jobim. Así que guardo por un momento la grabación del carioca en el estuche de la cantante. La producción del brasileño me acompaña a todas partes, es la música de mi hijo: Mauro. Mi esposa, Yazmín, me pidió música para ponerle al niño y no titubié en recomendar esas melodías que acompañaron mi niñez. Seducía mi imaginación la jirafa que galopaba rauda hacia un verde atardecer en la carátula de aquel LP, entre los cientos que coleccionaba mi madre.

Mas ahora pienso que la música de Mima, con su producción de nombre homónimo, tiene mucho de la cadencia seductora que hizo famoso al autor de la chica de Ipanema. Llena la imaginación del oyente poco a poco, como una marejada suave que todo lo colma de felicidad con la misma vocación cosmopolita, salvando las diferencias de tiempo, pues la boricua está al tanto de las corrientes contemporáneas de féminas de la talla de Nora Jones, Cibelle o Bebel Gilberto.
La escucho mientras voy camino al encuentro con la cantautora y las dificultades en el camino se esfuman. El tráfico y la demencia urbana se tornan en susurros y su voz va llenando esos breves espacios en los que el ruido ya no está. Se trata de una sonoridad sutil que acota la tenacidad de su creadora, la labor de una artista feliz. Llego al lugar de la reunión.

¿Será Mima aquella que hurga curiosa en la pantalla de una computadora portátil? Si, aquí está Yarimir Cabán Reyes tal y como la conocen sus amigos y familiares. La saludo.

Comenzamos a conversar sobre su crianza, formación, experiencias y la música que la picó hasta convertirse en Mima. Es santurcina de nacimiento. Su infancia y adolescencia transcurrió entre el barrio cangrejero, Cupey y el condominio el Monte en Hato Rey, me relata con mirada entusiasta y sonrisa tierna.

Ella es una entre los cinco hijos de Mercedes Reyes y Benjamín Cabán. Tiene 29 años, es pequeña, dicharachera, muy viva, observadora y sensible, con el comentario preciso y agudo a flor de labios. Comienzo preguntándole sobre su familia, pues algunos de ellos son protagonistas de sus canciones. “Somos bien diferentes, físicamente, así como de personalidad, mi hermana Liani es una india, yo soy una 'jincha', mientras que mis hermanos son pelirrojos y pecosos.
Benjamín, quien a pesar del nombre es el mayor, es ingeniero industrial, Myrna es ilustradora médica, Israel estudió artes gráficas y Liani estudió fotoperiodismo, aunque ejerce como maestra de una escuela Montesori”, explica, sin dejar de mover las manos y con la mirada inquisidora fijada en su interlocutor.

¿Cómo es posible que personas tan diferentes convivieran bajo un mismo techo?, le cuestiono. Mima responde que “mis papás son bien ‘funky’, tienen su lado tradicional, pero son librepensadores, se han permitido crecer y nos han dejado crecer”.

Remata su disquisición añadiendo que su papá “es un 'tripeo', además de ingeniería estudió para ser piloto y es un cinta marrón en taekwondo ...es un tipo muy sensible además de polifacético”.

Su educación comenzó en el Colegio Montesori de Puerto Rico, donde se describe como “la nena que siempre quería buscar la bola de voleibol que caía afuera del Colegio, para averiguar que había detrás de las bambúas” que servían de frontera a la escuela.

Luego pasó a la Escuela Superior de la Universidad de Puerto Rico (UPR), en la cual “era como Betty la fea porque escribía en mi diario y me acostaba en él a llorar, era gordita y muy tímida. Hay gente que quiere volver a la adolescencia. Yo no. La adolescencia duele, era ingenua y con muchos complejos y temores. Pero a su vez esa ingenuidad me permitió salir del miedo”.

Sin embargo no todo fue naufragio durante sus tiempos en la llamada “high de la universidad”. Allí compartió con un corillo de amigos talentosos, de los que nunca deja de hablar con elogios y cariños: Amed Irizarry, Javier Curet (hoy líderes de la banda de salsa PVC) y Willie Rodríguez y Omar Silva (cantante y guitarrista de Cultura Profética, respectivamente). Fueron ellos quienes encendieron la llama de su amor por la música brasileña.

“Javier me pasó un disco de Astrud Gilberto y Stan Getz, luego vinieron otros préstamos del corillo, como Ornela Vanoni y Vinicus de Moraes. Conocer esa música fue muy novedoso, sobre todo por la forma de usar la voz como un instrumento, desafía convicciones, todo está en el feeling, en la interpretación”, explica, cuando reparo en uno de los tres tatuajes que se ha hecho: en su mano izquierda comparten su piel el Principito y la boa que se tragó un elefante, según el relato de Antoine de Saint-Exupéry, “el primer libro que leí de niña”, dice Mima.

Aunque su relación con la música no siempre transcurrió sin conflictos. En algún momento de su niñez, tal vez por rebeldía, le hizo pasar un bochorno a su madre, quien la llevó a una audición para integrarse al Coro de Niños de San Juan.

“Pero yo había escuchado historias de terror del Coro, que era dizque súper disciplinado con los niños, como los japoneses, así que desafiné adrede”, añade con picardía. Mima pudo seguir sus aspiraciones musicales -continúa- gracias a sus amigos y a su tía Nieves, quien “hubiera sido la Lupe de Puerto Rico, si hubiera tenido el apoyo, pero terminó como maestra”. Ella llegaba de Nueva York, con sus abrigos, cuentos y una grabadora en la mano para grabarla cantando, era su “ventana de escape”.

En su último año de estudios de escuela superior participó de un intercambio estudiantil en Brasil, donde vivió un año y creció como ser humano, por “el hecho de aprender portugués a la fuerza, con una familia pobre de Sao Paulo, que me enseñó a convivir con gente, que aunque tenían mucho en común conmigo, eran diferentes”.

Regresó a San Juan con el bagaje para vencer “el miedo fundamental, que viene de la incertidumbre, de querer controlarlo todo, y ahí tomé mi primera decisión: estudiar. Elegí estudiar cuando mi madre me dijo, ‘bueno mija, si quieres trabajar en Burguer King, lo puedes hacer, ya yo cumplí’ Y yo dije, ‘Diablo, ¿esto es ser adulto, soy libre?’”.

Así fue como Yarimir decidió ir a la UPR y no trabajar en un restaurante de comida rápida, dándole una oportunidad a que naciera Mima para cantar, según escucho en la canción que lleva su nombre, “viva la vida aunque esté en la quilla”. Allí comenzó por ciencias políticas, luego tomó clases de historia y estudio arquitectura. Más tarde domó “su voluntad anárquica” y terminó un bachillerato en estudios interdisciplinarios, en el que armonizó, casi, todas sus inquietudes intelectuales.

Luego colaboró como corista de la agrupación de reggae Cultura Profética, pero no fue hasta apenas hace unos dos años que le picó el deseo de grabar su primera producción. Y es que para esta mujer, quien dice sentirse “como una flor en carne viva que ha endurecido su pellejo”, las poses y los desvaríos no tienen lugar en su vida creativa.

“Mi trabajo dirá quien soy. No quiero las etiquetas. No quiero ser una imagen, quiero ser feliz. Y este disco es una documentación, mi trayecto”, responde cuando le pregunto si teme ser encasillada como una cantante puertorriqueña de música brasileña.

Con una gran dosis de humildad acepta que la recepción de su disco ha sido buena, “pero no me lo creo, tengo mucho que aprender y caminos que recorrer”, al tiempo que subraya que todo “se lo debo a los músicos (que la acompañan en el disco). Yo propuse las letras, ritmos, pero son ellos y el proceso los que lo llevan a la terminación’’.

Así es Mima, en ella todo es ir. Confiesa que en la grabación que lleva su nombre “lo que quería era proponer la antítesis del llanten. Como decir, sí, mira, la vida esta bien jodía, pero hay que pintarla de colores”. Ya lo creo. En su producción conviven la tristeza y la felicidad, la soledad y la querencia, o mejor dicho ese feeling tan brasileño que traslada a Puerto Rico, abarcador y difícil de traducir: saudade.

En español significa murria, morriña, añorar y añoranza, palabras que no logran definir el alma de esta música. Pues según Mima “el sonido es un misterio, me atraviesa con color; direcciones sin partida me picaron entera...entera”. A mi esta música me picó la vena, y como recomienda la voz melosa de su cantante, me picó entero. Vuelvo al comienzo de esta crónica y repito: cada vez creo menos en las casualidades. Ahora Mauro tiene un nuevo disco para escuchar.

jueves, enero 05, 2006

Fauno



Cómo no ser un fauno
Correr monte arriba
Güevo enhiesto
Y darte tabla en la espesura.


Cómo no amanecer
Con mis pezuñas repletas de noches
Morder tus pezones de sangre
Y arrancarte la ropa a dentelladas.

Cómo no querer tu aire
Pasear mi maceta por esas nalgas
Colar mi lengua en tu raja
Dolerme
Entrándote
Hasta que gritemos de furia.

Cómo no sufrir
Este éxtasis bestial

Cabálgame
Mírame
Extraña

Déjame tu largo cuello
Tu olor a pueblo
El alboroto
Tu mirada.

Cómo no reconocer nuestro pelaje hirsuto
Hurgar humedales mutuos
Decirnos mentiras
Aquí no ha pasado nada
Palpar la calma
Regresar a casa
Y gozar la paja.


del poemario Bestial

lunes, enero 02, 2006

Poeta de supermercado


Para Luis Trelles Hernández, por esos duros trabajos que tuvimos

Debe ser porque soy hijo de una madre divorciada la razón por la cual me enviaron a buscar trabajo desde que tenía 16 años. Unos tres meses estuve vendiendo enciclopedias para niños. De comisión sólo gané unos $65.00, gasté un par de tenis y la familia de Caguas que me compró la colección, liderada por un gruero y su esposa que tenía un beauty parlor en la marquesina, me permitió correr la flamante motora de su hijo mayor.

Era obvio que mis destrezas como vendedor no eran las mejores por lo que mi padre me recomendó con un amigo accionista de una cadena de supermercados. Mi carrera laboral comenzó como bagger. Salía caminando del colegio donde estudiaba en la frontera con Guaynabo, cuyo nombre tiene ecos del lugar donde nació Jesús, y me cambiaba la polo colegial por una blanca camiseta de botones de manga corta y su corbata negra.

Creo que era el único alumno del colegio que trabajaba. No sé si estaba orgulloso de mi suerte. Ya llevaba una semana en el trabajo cuando una tarde armé una jodedera con mis colegas por un letrero mal escrito sobre una máquina de cigarrillos que leía:"No silbe".

Frankie, el asistente del gerente del súper, vino a regañarnos pues estábamos de vacilón y las doñitas impacientes esperaban por alquien que le empacara su compra. Nadie le prestó atención. Blas, el gerente, se acercó para ver qué sucedía. Al ver el letrero su carcajada de panadero italiano se quedó con la tienda.

-Ave María, qué bruto!¿quién escribió eso, Mickey, fuiste tú?-, le preguntó a uno de mis panas quien trabajaba en la sección de frutas y vegetales y tenía el aspecto de un luchador samoano. -Fui yo-, respondió Frankie entre dientes. Blas río aún más.

-Mira, deja eso que tú lo que sabes es contar chavos. Arnaldo, tú que eres poeta y todo lo compones, vuelve a escribir el letrero ese, voy a fumarme un cigarrillo- nos comandó conteniendo la carcajada

Desde ese momento fui el poeta del supermercado. Nunca supe como Blas averiguó que yo había redactado un par de versos incoherentes, destinados a una chica flaca e inspirados en una canción de rock de un grupo australiano, pero dejó establecido para todos que yo era un experto en el rapeo.

Muchos fueron los carniceros que pasaron por mi sección con tarjetas llenas de rosas y atardeceres para que yo les escribiera versos a sus novias y esposas. Jamás tendré un público tan asiduo, hasta comencé a cobrar. Ya era todo un trovador al detal cuando mi amigo Ian me comenzó a dar pon hasta el súper. Ahorrarme la caminata no era gran cosa sino mi llegada.

Atónitos quedaban mis colegas de trabajo, en su mayoría de la escuela Gabriela Mistral y el Colegio Bautista de Puerto Nuevo, cuando me bajaba de una de las máquinas del papá de Ian. En una ocasión un Porshe 928 acaparó la conversación por más de tres horas. Pero un viernes en la tarde llegué en el armatroste mayor: un Maserati.

Preso del asombro quedó Blas, quien al momento de mi arribo se tomaba una pausa y se bebía un café mientras le hechaba un vistazo a la acción en el estacionamiento.

-¿Oye, y ese aparato? Tú como que estudias en un colegio y debes ser inteligente, vamos a hablar...- me dijo curioso. Fue él quien me contrató, pero ni siquiera miró mi resumé de un cuarto de página por lo que no habíamos cruzado ni una palabra desde que comencé en el puesto.

-Ponte a este chamaco de bagger, bienvenido...- le ordenó a Frankie sin mirarme, al tiempo que desenfundaba su maso de llaves y salía raudo rumbo al almacen para atender un asunto. Frankie odiaba a Blas, quien tenía unos cincuenta años y le faltaban cinco para jubilarse, hecho que le impedía a su súbdito ascender y convertirse en un joven supervisor antes de los cuarenta para lucir bien en el Mazda Miata convertible que deseaba.

Nos fuimos a la trastienda para hablar. Aquel fue mi primer 'job metting'.

-Ya he escuchado que tú hasta poeta eres. Voy a hacer una cosa, tú vete con Mickey a la sección de frutas y vegetales. Allí necesito a gente joven que hablen y traten bien a los clientes porque Teste ya se me está poniendo chocho y lo único que hace es supervisar, pelear con las clientas y no quiere hecharse al hombro las cajas de vegetales.

-Pero si yo no sé nada de vegetales- contesté tímido.

-Ya, pero tienes buen gusto y eres educado, necesito chulería con los clientes que ya un par de quejas me han puesto caliente con la oficina central- me avirtió serio, con la misma parsimonia que seguramente utilizaba con su hijo adolecente para que botara la basura en su casa.

Al día siguiente me puse mi delantar verde y comencé a trabajar con las verduras. Teste me tenía de abuso. Me daba una lista y me enviaba al refigerador a buscar lo necesario para abastecer la sección:

2 sacos de rebollo, limpios
3 cajas de lechugas, limpias
2 sacos de yautía lila, limpias
2 de yautía amarilla, limpias

Pelar las yautías era divertido, lo que no era entretenido eran las cucarachas saltarinas que acechaban al menor movimiento de la estiba de tubérculos. Decenas de ellas, diminutas y desorientadas, como si de repente gritaran "ey!, quién prendió esa luz, espérate un momento, vamos a organizarnos".

Las lechugas son un asco. Llegan en cajas empacadas Dios sabe cuando en somewhere in Indiana y el proceso de descongelamiento en la aduana boricua las transforma en una melcocha verdosa que hay que limpiar para volverlas a colocar en sus bolsas individuales. Apestan, hay que ser un manatí de acuario o iguana hambrienta pa mandarse ese pasto podrido.

Pero era con el repollo que yo me sentía machetero. La sensación de picarlos era extraña, una mezcla de suavidad y resistencia que deben experimentar los caníbales cuando pican un buen muslito. Iba a la carnicería y les robaba los cuchillos más filosos, de matarife, a los carniceros y combatía el tedio lanzando los repollos hacia arriba y clavándolos en mi lanza. Chas!, y cuando caía el repollo un verso se me venía a la mente.

Este podía ser bueno para Benny, de la sección de lacteos. Su esposa no quiere dejarle ver a su hija y me pidió unos versillos sobre el amor de padre y madre hacia sus hijos. El viejo truco de usar a los hijos para reformar las relaciones desechas.

Pero mis versos funcionaban. Benny me recibió con un abrazo una noche que hice el turno de cierre. Esperó a que volviera de mi hora de comida y me dio un abrazo, lloraba. Gracias, fue lo único que pudo decirme y me puso un billete de veinte en el bolsillo derecho de la camisa.

Tony trabajaba como asistente de carnicería. Una gevita de quince le había roto el corazón, pero bastaron dos o tres de mis haikus, tailor made, para traerla a sus brazos de nuevo:

Corto la grasa, seco la sangre
son tus labios carmines
la caricia que extraña mi piel

o

Cadáveres vacunos
inhumano frío de la nevera
soy un becerro camino al matadero

A pesar de mi éxito no estaba preparado para lo que me vendría. Terminaría enamorado de una chica. Y sucedió así.

Estaba organizando la última tanda de yautías amarillas cuando en el reflejo del espejo vi unas sandalias que se arrastraban disimulando cansancio.

-Ay!, si alguien me diera pon para San Juan, con las ganas que tengo de darme una birra-, dijo una voz melosa. Esa es Milena. Llenita, blanca, de ojos azules, pelo rizado negro. Vivía en una cooperativa de vivienda y estudiaba en University Gardens. Su madre era divorciada y criaba a su hermana menor, Lisa, mas nunca estaba en casa y si tras las pingas fugaces de cuanto macharrán troquero habita esta ciudad de mierda.

-Vamos, yo te llevo-, respondí con el pecho henchido y el cuchillo erguido en mano como si de un two handed sword se tratara.

-Dale-, me dijo ella dándome un besito sonoro en la boca que sello mi embelesamiento, mi fin.

Salimos veloces del súper, cada cual por su lado . Su novio que también trabajaba allí ni cuenta se dio. Terminamos en el Basking Robbin de Cinearte (qué Dios lo tenga en la gloria), en Hato Rey, San Juan y las birras podían esperar. Allí saboreamos helados de café, mi favorito, y china, su predilecto. Comenzó el cursi ritual de déjame probar el tuyo que yo te dejaré probar del mio. Vámonos que tengo frío, me dijo ella, terminamos en el carro.

Penetramos al Colt Champ del 1981 que mi padre me había regalado cortesía de mi abuelo. Con sus caballitos de calcomanía a cada costado, radio Clarion que sólo se encedía a gopetazos y airecito criollo instalado en Cool Auto Service.

Milena comenzó a amasar mi guevo con una maestría inédita. Ya había tenido mis noviecitas de agarraita de tetita, deito y casquetín, pero esto era otra cosa. Sentía que el alma se me desgarraba por el tranco, que se me partía como cuerda de Stradivarius. Los besos no eran de telenovela, sino de gente grande, de verdura...

Aproveché y zampé el índice hacia su molusco umbroso, mojadito y tierno como una esalada de calamares japoneses, mas oloroso a violetas francesas y pacholí. Mi mai esta en un treining de trabajo en Miami, sugerí, tengo una camita bien chévere en casa con musiquita y todo.

Cómo salió aquello de mi boca, aún es un misterio para mi. Repito, era ducho en el rapeito de bolero Keep on loving you del colegio, pero esto de ser machazo que se lleva la geva a la cama era algo nuevo para mi. Parece que de algo me sirvió sentarme con mi tía Josefa para ver como Salvador Pineda seducía a Sully Díaz (que rica estaba cuando hacía el wet t-shirt del openning) en Coralito.

Entramos a casa y casi derribamos la puerta en un ritual a lo recién casados. Le arranque el brassiere y descubrí sus tetas gorditas y repletas de contentura, listas para que me las comiera, ella se esmeraba en mi cabezón y me repetía lo rico que olía mi cintura. Como yo era vírgen, ella, diestra manejaba el asunto con soltura. Me llevaba

-Ahora vas a sentir lo rico de verdad, ven, ven-, me repitió una y otra vez, en cuatro, sus nalgas turgentes listas para el clave, mientras se daba deo con sus ojos fijos en la vista: los viejos caobos que destruiría la furia de Hugo el año próximo se bamboleaban ante la brisa marítima que entra al apartamento de la calle México.

Pero no encontraba el roto. Mucha película porno en Levittown con Junior, mucha casqueta mañana tarde y noche, pero nacarilón, no daba con el bejuco en el panochón.

-Tranquilo, vamos así-, susurro para calmarme, colocándose en la posición de misionero. Entonces la penetré. Ella gimió, Del saque lo primero que pensé fue: y esto es? una casqueta es mejor...Pero comencé a remenearme y ella aplanaba mi vientre con su nalgaje. Ahí comenzó la fiesta. Súbito apareció el Ron Jeremy que todos llevamos dentro. La agarré por los tobillos, le hice el angel descuartizado, la puse al borde de la cama y practicamos el cabrito en precipicio. Ella se viró y me obligó a ponerme de pie, encarmándoseme encima como si corriera uno de esos caballitos taciturnos de supermercado que por una peseta te llevaban a la cabalgada del oeste vía la mecánica de alguna empresa de feria de West Virginia.

Y los besos. Intercambiábamos órganos por la boca, su lengua fue mia y la mia siempresuya se perdía en la fortaleza de sus bembas carnosas. Qué rico es chichar.

Pasaron cuatro días con sus noches y tabla iba y tabla venía. Mamá me llamaba desde la ciudad del sol y yo respondía que todo bien, estudiando mucho, tranquila que ya soy grande, llego más temprano que cuando tú me llevas al colegio. Todo era mentira. Llegaba a la escuela, pasaba por el paredón de las monjas que tomaban la asistencia y antes de la primera clase, me iba al baño de las nenas y me fugaba por una ventana de escape contra incendios. Ya tenía mi ropa de civil bajo el puto uniforme de los penny loafers. Encendía al Champ y pasaba por Milena. El resto del día: chichábamos.

La penúltima tarde que estuvimos juntos no me funcionaba el aparato cuando lo intentábamos para el segundo round. Mamada y seguía caído, casqueta y aún seco, más flacido que un plátanillo maduro de los tristes tropiques. Y como el sexo no me funcionaba heche mano del arma predilecta: la poesía.

Ganarás la luz de León Felipe, parecía el autor perfecto para la ocasión: un poco de anarquía utópica, postguerra civil podía solucionar el entuerto:

firme, erguido, sereno,
con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas
y en su lugar los huesos.

O

Un hacha que cae siempre,
siempre,
siempre,
implacable y sin descanso...

y mi favorito en aquel entonces, ameritaba:

PIEDRA DE SAL

Tú estabas dormida como el agua que duerme en la alberca ...
y yo llegué a ti
como llega hasta el agua que duerme la piedra.
Turbé tu remanso
y en ondas de amor te quebraste
como en ondas el agua que duerme se quiebra
cuando llega a turbar su remanso dormida la piedra.

Piedra fui para ti, piedra soy
y piedra quiero ser,
pero piedra blanda de sal que al llegar a ti se disuelva
y en tu cuerpo se quede y sea como una levadura de tu carne
y como el hierro de la sangre en tus venas.
Y en tu alma deje una sed infinita de amarlo todo ...
y una sed de belleza insaciable ... eterna ...


-Deja ese viejo ahí y leeme algo tuyo-, me advirtió Milena. Salí veloz a mi cajón secreto y busqué los versos que nunca le entregue a los carniceros. Le leí un ejemplo. Ella no se inmutó.

-Me imagino que está bonito, yo de esas jodiendas no entiendo-, me cortó franca. Abajo se me vino el mundo. La flacidez de mi ego era directamente proporcional al pasme de mi talanco despistado.

Al día siguiente, me excusé en el colegio y me fui al doctor. Muy preocupado estaba con que no pudiera satisfacer a la geva. Ahora que me estrenaba, carajo, cómo puede pasarme algo así, y solo en casa, me cago en diez.

Entre al despacho del doctor Candelas y le conté mi ordalía.

-Doctor, es que...ehhh. Tengo problemas sexuales-, comencé.

-Sexuales, cómo?-, inquirió él extrañado al verme joven y saludable.

-Pues es que tengo una novia...

-Ujum- decía sin dejar de anotar en mi récord médico.

-Y estamos muy enamorados, y estabamos metiendo mano y eyaculé pero ... no tuve una erección-, dije, técnico, como si estuviera en la clase de biología, lo que me dio cierta distancia de mi mismo. Me comencé a ver como un objeto de estudio, cual sapo disectado en laboratorio.

-Te viniste pero no se te paró-, me bajó el médico a tierra.

-No, sí, se me paró, pero fue la segunda vez que lo haciamos en ese día y no funcionó.

-Oye, y tú cuantos años tienes, 16, 17?

-16 para 17.

-Ajá y haces tus tres comidas?

-Seguro y meriendo aveces.

-Usas drogas, pastillas, coca, ácido, bebes alcohol?

-No-, ahí mentí piadosamente, y es que en realidad era un buenazo, a parte de los pases bucales de perico que le robaba al Mickey para aliviarme las infecciones de garganta que me ponían las amígadalas como dos ciruelas, ni un motito me había fumao, eso llegó con el envejecimiento.

-Ni un motito? Ay, bendito nene, a la edad tuya yo estaba arrebatao la mitad del día-, me confesó el doctor con una risa estentorea.

-Pues... no-, respondí casi susurrante.

-Y ella te gusta, es linda, estás enamorado?-, continúo.

-Mucho, la amo doctor- dije sin reparar en esa cursilería que él me dejo pasar seguramente por piedad.

-Estás deprimido?-, insistió.

-Para nada, nunca había estado tan feliz-, asentí mondao de la risa.

-Oye, y ven acá, cuantas veces ustedes lo hacen al día.

-Pues, cuatro o cinco, el otro día nos tiramos como seis polvos-, me sorprendí afirmando como bar tender de Puerto Nuevo.

-Cuatro o cinco, seis...y cuántos días llevan ustedes en esa rutina?

-Como cuatro o cinco.

Su carcajada fue tan poderosa que hasta la secretaria llamó por el intercomunicador del teléfono para cerciorarse de que todo andaba bien.

-Ay, ay, no sigas, que me meo...es que uno ve cosas, mira mijo, tú estás bien, lo que tienes es un desgaste físico cabrón, qué tú te crees brodel, que ese bicho es un juguete, caballo dale descanso-, me instruyó mientras me tomaba los signos vitales.

-Mira, tómate estas vitaminas, no metas mano hoy y si acaso mañana, en la tarde, si es que no aguantas más, le someten al mambo, pero descansa. Te aseguro que eso va a volver como tubo de Warrior, tú viste esa película? No, tú eras muy chiquito, bueno, la cosa es descanso...Si tienes algún problema me llamas- concluyó y arrancó la receta firmada y me la entregó.

Seguí su consejo. Dos días más tarde volvíamos a la carga. Contra la nevera, sobre la estufa, en el balcón ante la mirada de los finches impertinentes y las vecinas chismosas, encima del inodoro, bañandonos de pie, con mis nalgas contra la pared de espejos. Así se chicha, como si no hubiera mañana, tarde, día, noche y hasta en los sueños.

Sin embargo mi Milena no dejaba a su gevo: un catcher de seis pies con siete pulgadas, cuerpo de toro y rostro de bucéfalo. Parecía un armario. El tipo está grande. Pana del Mickey, Tomás, que así se llamaba el tarambano, gustaba del perico y la joda dura pisada con Heineken. Salían de vez en cuando en las tardes y en más de una ocasión atrape a mi Milena aplicándole esas mamadas móviles que sólo ella sabía dirigir mientras uno se afanaba como conductor.

En una ocasión casi me descarrilo por el puente que lleva a Plaza Las Américas de tan rico que estaba el fellatio. Pero ahora estaba amargándome la existencia y mis poemas dirvaban hacia un Milena mia, ya sé que no lo eres. Como el pobre de De Diego, quien según las malas lenguas, lloró el abandono de Laura debido al desproporcionado palmo de su traqueto, que dicen rajaba a la fina gevita de alabastro.

Me consumían los celos y la depresión. Ya mi madre había regresado de su entrenamiento de trabajo en Miami y le conté lo que me sucedía.

-Pero que bueno!-, se alegró- si mi nene está enamorado, que lindo, mira y están metiendo mano?-, me preguntó a boca de jarro, pues teníamos confianza.

-Si, pero...

-Y por qué estás triste, si ya tienes tu gevita?...ah! acuérdame comprarte condones, no estás metiendo mano a guiro pelao, verdad? Mira que te dan ñañaras, eso sería lo mejor, puedes cojer un sida, mira, Dios te bendiga-, musitó asustada y persignándose.

-Nada, lo que pasa es que ella tiene novio y me dijo que lo iba a dejar...

-Qué tiene novio, pero tú eres loco? Y si ese muchacho se entera.

Ya él lo sabía. Una noche nos tocó juntos hacer el cierre. Al catcher lo pusieron a mapear, pues podía manejar el más descomunal mapo, y mientras limpeaba mi sección iba y venía por mi lado, cada vez respirando con más ahinco, como un Yeti furibundo. Estaba de espaldas pelando yautías, otra vez, cuando el tipo me tocó en la espalda con el cabo del mapo.

-Oye, tú eres?...-, dijo.

-Qué te pasa?-, le atajé su pregunta con otra, mirándolo fijamente a los ojos sin soltar el puñal para destripar becerros que usaba. El hombre se cagó.

-Sueve taino-, me respondió alejándose y mapeando tembloroso en zig-zag, como nos había enseñado el bueno de Blas.

Déjala, fue el consejo de mamá, te puedes meter en un lío feo, además ya vendrán otras, estás comenzando, me repetía, deja que llegues a la universidad, insistía.

-Si, pero es que yo...-, murmuré lloroso. Y como ella no soportaba verme más lloroso, un sábado organizó un almuerzo en casa. Me dio el coaching necesario y me instruyó en cómo dejar a una mujer, asunto que ella dominaba, pues salía con tanto trogolodita embustero que acababa dejándola, por lo cual al final terminó conociendo sus mañas.

Tras el rico ritual de la lasgna criolla con ensalada, vinito para ella y jugo de uva para nosotros, Milena y yo nos fuimos al cuarto. Le dije todo. Ella me aseguró que no podía dejar aquel hombre, que se moriría de celos, que me aplastaría, que la perseguiría, que le diera tiempo. Pero mi paciencia se había agotado.

Le entregué un largo poema, mi mejor rima hasta entonces y le dije que no más. Ella se hecho a llorar sin consuelo. Yo hice lo mismo. Nos abrazamos y besamos entre mocos y caricias. Milena se levantó de pronto, dio un portazo y salió de mi cuarto, dio otro portazón y estaba fuera de mi casa sin nisiquiera despedirse de mi madre.

Nunca más volví a escribir.

Un mes más tarde renuncié a mi trabajo y así terminó mi vida como poeta de supermercado. Me parece verla irse para siempre. Corrí de mi cuarto al balcón. La ví abordar su Corolla gris y acelerar calle México abajo. Me quedé con los brazos como dos péndulos amorfos, recostado de la varanda del balcón. Y la lloré cual niño que observa como el viento se lleva su chiringa, perdiéndose en el horizonte.


San Juan, 19 de diciembre de 2005 a 3 de enero de 2006.