viernes, diciembre 23, 2005

Vamonos pal’ monte


Vamonos pal' monte
Parquear el carro frente a una pareja de vacas
Y chingar en el reflejo de sus ojos taciturnos.

Trépate en esta loma como una jodía cabra
Mientras estaciono mi güevo
Y te corro como a una zebra.

Mantente a
Raya del volante
Detente y aprieta
Con toda tu furia
Esa tota encima de mi tolete.

Ahora comienza el fuete
En ti todo dentro se yergue.

Una presión roja fuga mi cuerpo
El placer insólito macera tus tetas.

Acabaremos bañados
en un sudor caballuno
Se irá la noche
y no quedará caculo
Pues nos daremos duro
Hasta quedar exhaustos.

Inquietos en el vapor montuno
Enllegando el amanecer
Seguiremos dormidos
Y pasarán listos los niños
Allá van hacia el colegio
Sobre sus espaldas sus mochilas.


del poemario Bestial

domingo, diciembre 18, 2005

Yo tengo un tío


Todos tenemos un tío loco. Alguien que sirve como chivo expiatorio de los delirios familiares acumulados por generaciones. Mi familia no es la exclusión de esta ley natural. Los relatos descabellados de las aventuras de mis tíos se agudizan según el transcurso del tiempo o la cantidad de alcohol que haya ingerido el relator@.

Y es que el alcohol es el máximo común denominador en mi familia. Ahí está mi tío Israel con su nariz bola redonda de payaso jugando dominos. Fijo en su Corona. Todo el mundo creía que estaba obseso con el casco de cerveza, pero ignorábamos que era su mejor bastón.

O reparen en el Cucho, un jíbaro de Utuado con pelo negro y ojos azules, bigote villista, digno aspirante a un Magnum criollo, un bruto de salón. Le daba al pitorro duro y terminaba la jienda en la primera charca que apareciera.

El Cucho era menso. Sólo en un par de ocasiones mi padre logró bajarlo de la jalda. Siempre había que ofrecerle un cachete al atorrante. Una tarde de un sábado después de haber bajado de chinchorro en chinchorro por la loma nos metimos en una churrasquería.

Cucho cambio el pitorro por el vino argentino y los resultados fueron nefastos. Le entró un delirio gardelesco y quiso bailar tango hasta en el baño, pero lo único que consiguió fue dar tantos tumbos afincándose para una cagada que arrancó el inodoro de cuajo y tumbó la puerta del retrete. Mi padre y yo tuvimos que fajarnos con cinco argentinos furiosos. Al término negociamos con aquellos dogos y pagamos la azaña. A casa nos fuimos con los oídos retumbantes en la puta que te parió.

Israel, por su parte, casi pasa a mejor vida en la primera fiesta navideña del 2000. Se le ocurrió disfrazarse de Santa. Mas no reparó en que se le asomó el cabezón del talanco mientras hacía el Show Navideño, según se presentó, frente a cinco niños, dos de ellos infantes, y tres adolecentes. Con un asco cercano a la pavera todos vieron aquello.

Pero a su hermana Carmencita, mariana, devota y divino niño en pecho, no le dio gracia. Le molió los huevos a patadas y lo tiró contra la verja del patio. Allí todos los niños lo patearon hasta el cansancio. Creo que hasta Enriquito lo meo.

jueves, diciembre 15, 2005

En donde cuento cómo vencí el monocromo y fuimos tras las perras de Levittown

En Levittown fumar mafú es asunto sagrado. Apenas era un pendejo de veinticinco años cuando una tarde bajé a pagar por gasolina en un puesto del Boulevar y escuché la transacción entre el cajero y la clienta, una mulata de quince años, con el peinado del gel reggaetonero, fumando Newports quien pedía otra caja y dos filis.

-¿Dos na más?- jodío el cajero.

-Pa empezar, ¿viste?- ripostó ella lacónica.

Yo había sido el enviado oficial del bonche para llenar al Pulp Fiction. Un Cutlas Supreme blanco del setenta y quien sabe. Con los quince pesos que apuramos con el cerrucho apenas pudimos abastecernos para la larga joda. Y el Pulp sí que era museo de locuras rodantes: en el espejo retrovisor estaban pegados un sinúmero de stickers correspondientes a cada uno de los puntos donde se capeaba el pasto. Compañeros de viaje fueron el Chapulín Colorado, el Chavo, Snoppy, Snoop Doggy Dog, Pokemón, los Power Rangers...

Aquella noche Papo 'Surf' consiguió dos sacos de Chapulín Colorado de La Perla. Ya Luisín había desenmoñado en el libro de una de sus clases de psicología y El Prieto había sacado el cartón de los filis. Papo procedió a enrrolar como un artesano.

-Amerita un spliff- razonó el Surf mientras sacó de su bolsillo lateral derecho del pantalón una paleta de chicle que no dejaría por el resto de la noche.

Aficionado al arrebato duro del surfer, Papo preparó dos cornetas compactas y duras. Las puso sobre la mesa y Luisín respondió tirando tres pesos al medio.

-Faltan las cervezas y nos vamos- dijo.

Regresamos al licuol del puesto. Todos teníamos el tumbao del soon to be high: nos bajamos todos del carro, aunque uno solo fue por las cervezas, hicimos chistes pendejos, ligamos a dos o tres flejes.

Y nos pusimos en ruta saliedo hacia Punta Salinas. Manejaba Luisín. Cuando pasabamos la playa del Caracol el primer fili se extinguía. El Pulp Fiction tenía Nice Dreams. Humo por todas partes.

-¡Mhh!, ¡Ehh!, chicanito...- pidió Lusín mientras me pasó el taruguito.

Yo rondaba la idiotez. La pavera me había atacado unas cinco veces. Todo comenzaba como siempre, las cosquillas en las plantas de los píes, la chulería y cuerpo y mente en divagación plena.

-Mira date una biel-, me aconsejaba Papo.

-Tranquilo que se me va esto- contesté.

Chicanito vino y chicanito fue. Unas trece veces aquella changa pasó por mi boca. El arrebato comenzó a alterar mis sentidos. Los colores de mi televisión comenzaron a fallar.

-Apaguen el monocromo...-, le pedí al Luisín, quien guiaba como si su brazo fuera una palanca inmóvil que manejaba comandada a distancia. Casi choca.

-¡Cabrón yo quiero ese arrebato!- gritó.

Yo sudaba. Sentía que la cabeza se me iba hacia atrás. Sudaba.

Vi casas con aleros anaranjados en blanco y negro, autos rojisimos en blanco y negro, perros amarillos en blanco y negro, caballos infinitos en blanco y negro, a tu suegra meándose en un colchón en blanco y negro y hasta un tren rojo y negro lo vi anaranjado...

-Diablo... ¿over y to?, este se nos fue overdose...- se reía Papo.

-¡Ovel!- respondió el Prieto.

Yo sudaba y pedía "apaguen el monocromo".

Papo se dejó de reir y pidió que regresaramos. Las perras estaban esperándolo. Le habían dejado mensaje en el beeper. Vámonos, insistía.

Mas de aquí en adelante el relato no es por cuenta mía sino por lo que me contaron que sucedió. Yo comence a dormir. El corillo prendió el segundo fili. Recuerdo que trate de abrir los ojos y me dio una piquiña cabrona. Denso el humo. Desperté. Me había quitado la camisa durante el doble cancha del ovel. Era un baby manatiee sacado del mangle. ¿Cómo llegó esa medalla a mi mano?

Abrí la ventana y pasábamos por la entrada del pueblo más limpio del país cuando reparé en un profesor amariconado que nos dio clases en la universidad hablando con un fulano de la calle.

-¡Vayaaaaaaa!-salí por la ventana gozoso. Luego el puesto de gasolina, el río, los cañaverales, las playas, las trampas cocolías, los pedazos de chapaletas y boogeys, muchas latas de cerveza, el olor a pan Lemy, el Boulevard.

Ahora retomo el cuento: ahí estoy en el estacionamiento del McDonnald's. Apenas son las 11:00 PM y parezco un tecato enchurrascao, casi arranco la antena de cuajo tratando de mantenerme de pie. Papo menciona las perras.

-¡A ella le encanta como le hago y le doy, dembou!- bailó el Prieto.

Me veo sexy. Mi pecho de pelo incipiente y grasa en crescendo ofrecía de coco y de piña pa las niñas.

-Dale, ponte la camisa que vamos pa allá- me dijo el Surf no sin antes darme un par de bofetones que empezaron a aclarar la noche.

Eso hice. Luisín sacó el Newport, el Prieto pusó el fuego, me di dos cachas y se lo pasé a Papo cuando salimos tras las perras de Levittown.

El Thunderbird de un hombre


Catapultó mi memoria la La Insula Hirsuta y evocó una imagen. Contaba el autor de dicha página las aventuras de su abuelo chulo, con su Thunderbird 1978, y no pude dejar de pensar en mi padrastro, quien tenía el modelo que aparece arriba.

Era un hombre alto y fornido para la norma boricua. Medía unos seis pies con cuatro pulgadas, era calvo y al momento de casarse con mi madre rondaba los cincuenta años. Vestía guayabera Oscar de la Renta o Fernando Pena planchadísima, que cortaba, con su pañuelo bordado correspondiente. El perfume, Paco Rabbanne. Nunca lo vi fumar, ni bebía, pero se daba los 'drinks' de whisky. Pinch 12 años, como mínimo, siempre en las rocas. Si el día era caluroso, se preparaba un ginebra con china, Bombay si era posible, o alguna otra de grano. La Gordons de caña le daba dolor de chola.

El hombre trabajaba con el béisbol profesional de la Isla. Todos lo trataban con mucho respeto. Aunque en él afloraba el jodedor que todos llevamos dentro...Recuerdo que en el ascensor que lleva a la prensa y a los V.I.P. a los salones reservados del Hiram Bithorn en el segundo piso del estadio una vez se tiró un follón descomunal que apestó aquello como si hubieran destripado a un enano.

En el aparato venían unas 3 damas cívicas guaynabeñas que organizaron una actividad benéfica en el parque de béisbol. Al sentir el hedor, las doñas asqueadas se separaron del legendario Rubén Gómez que venía con nosotros, adjudicándole la culpa de la pestilencia.

Aquello luego fue vacilón de camerino y no hubo pelotero a quien el gran Rubén no le contó el suceso y "como este cabrón me dejó allí, claro como yo soy prieto, aquellas señoras se creían que yo me había cagao". Vellonero y dicharachero, mi padrastro también era un enigma.

Usaba una pistola en el tobillo, no cargaba cartera y llevaba su dinero, en denominaciones mayores de $20 en un money clip. También tenía una casa de empeño atendida por un empleado alto, gordo, de pelo negro y ojos azules, un tanto morón, apodado 'Chiqui', que almorzaba en el Siglo XX y quien se lamentaba de que ya para los finales de los setenta estaban sacando a las putas del Viejo San Juan. Tan feliz que él era con aquella prieta alcóholica que le mamaba el guevo por cinco pesos.

Mi padrastro gustaba de comer afuera, siempre y cuando fueramos a la pizzería Ponce de León, al Metropol o al Hipopótamo, aunque él pedía que fueramos mi madre y yo los que decidieramos donde ir.

Su cantante favorito era Gilberto Monroig. Sintonizaba la radio en Canciones Inolvidables y había equipado su Thunderbird con un sistema de sonido Pionnier, con dos woofers. Ir en aquel auto era como flotar en una sala casera de vinil. Ver bajar la antena automática, una novedad para aquel entonces, era un evento.

Me lo imagino explorando el afiche de compra del entonces flamante auto. Se cumplía su sueño de recluta de la Segunda Guerra Mundial, a la que fue como pelotero y de la que salió, según el mismo relataba, cuando "me tiré encima de unas bayonetas". En su Thunder por fin éstaría sentado en su auto ideal, hecho para levantar, aunque difícil de maniobrar por las calles del Viejo San Juan...

Con el transcurso del tiempo la relación del otrora jodedor con mi madre se fue deteriorando. Muchos años después me enteré de que el hombre no pudo bregar con el asunto de que el destroyer no le funcionó más y mi mai todavía era joven...

Corre algún año a finales de los ochentas, ahí estamos mi padrastro y yo en medio del más descomunal tapón de todos los tiempos en la autopista José de Diego. Lo recuerdo lamentando y aceptando con estoicismo el apodo que le dio mi abuelo materno (cuyas historias se irán revelando más adelante) al Thuderbird, luego de que se la dañara el aire acondicionado para siempre: el quemaguevo.

Sectas y padrotes

Dos señores en cada extremo de la Isla tienen entre sus seguidoras a varias mujeres. No está mal. Asunto suficiente para ganarse la envidia de cualquier macho boricua.

Uno se llama William Elías y vive en Fajardo, el otro Edwin González Concepción y reside en Aguada. Elías comparte su hogar con tres mujeres y sólo Dios sabe cuántos hijos entre los que tienen y los que seguirán reproduciendo, mientras que González lidera a un grupo aún indeterminado de niños y mujeres.

El fajardeño diz que trabaja como vendedor, el aguadeño es un bombero retirado.

¿Habrá caído el William preso del eco bíblico de su apellido? ¿Tendrá algo que ver el marianismo de los aguadeños con el apellido Concepeción de su líder?

Elías se ha convertido en un personality de la televisión de una manera un tanto macabra: murieron dos de sus hijos y nació el celebrity. González, aunque no ha dicho ni pío y hasta el momento nada trágico le ha sucedido, ya es una estrella.

Al caso del llamado harén de Fajardo lo ha perseguido el morbo mediático por la muerte, al segundo, de manera implícita, el fervor ciudadano por saber lo que ocurre con la vida privada dentro del fortín de Aguada.

Elías, en plena luz, se ha declarado padrote por lo que todos quieren saber si González va en la misma ruta. El fajardeño se declara protegido de Dios. Del aguadeño sólo se sabe a través de otros. Dicen que se proclamó sucesor del papa Juan Pablo II. Aunque también se dijo que el fallecido Pontífice habla mediante González. Dicen que el grupo de Aguada cree que el fin del mundo está cerca. Rumoran que van a una 'montaña sagrada' a orarle a la Virgen María, pues allá ella los rescataría del Apocalípsis. Comentan que hacen ceremonias en la playa en honor a la madre de Jesús, como si de la Yemanyá brasileña se tratara. Se les ha fotografiado caminando en línea recta tras su líder y se postran en la nave de la Iglesia ante la estatua de la Vírgen...pero de harenes nada...

Una colega de trabajo se preguntaba el otro día si tal y como sucede con Eías y González habrá que buscar una justificación, protección o misión religiosa para vivir en una comuna, si hay que traer a las divinidades de por medio para autorizar el acto carnal...

Mientras tanto, por qué no nos dejan poner unas camaras de vigilacia en ambas casas, transmitimos por internet la intimidad de ambos grupos y de paso vendemos unos cuantos comerciales en 'prime time'. Creo que sería una mejor alternativa a 'La Madrastra'. Al menos en 'Sectas y padrotes' habría menos llanto y más gozadera.

lunes, diciembre 12, 2005

20 consejos para ser un@ joven escritor@ boricua o una invitación al royal rumble


"hey sexy lady!/ i like your flow/ you body is bagging out of control..."
Sean Paul y Shaggy

"Déjasela caer..."
Wisín y Yandel


20. Monte su blog

19. Odie todo lo establecido

18. Actúe como si fuera la última coca-cola del desierto...

17. Lea autores raros, de Albania o Tayakistán...

16. Camine por La Tertulia aunque no le compre ni un peso a Alfredo, la cosa es que sus ex profes lo vean...

15. Sea pana de Carlos Pabón, de Peri Coss, ni loco...

14. Si decide hacer estudios graduados tiene 3 opciones: o se va Priceton y se convierte en un arcadito, medio Orisha y enseñando sus collares de santero en público, ser un Borges mixtureao con Palés= ¿Chevremont? O bien puede seguir chancleteando por Río Piedras con Che Meléndez y después llamar a Wico Sánchez: "Oye, Wico, tírame con 200 pesos, ya sabes...es que ustedes los escritores establecidos..." O puede sudar el alfabeto aljamiado, ¡que bello!, con Luce López Baralt...

13. Siga todas las recomendaciones de Eddie, el de La Tertulia...

12. Publique en revistas extrañas que nadie leerá y procure oscurecer el sentido de todo lo que escribe lo más posible, nunca escriba en uno de los "periódicos de los Ferré" y aunque Claridad es una posibilidad no se ponga patriótico...

11. Haga algo con su apariencia personal, radical, innovador: póngase un turbante pirata, botas altas de biker y diga que usted es escritora gótica o quédese como Dios l@ trajo al mundo con la penca al aire o el tranco como un péndulo y diga que es un escritor@ naturalista...

10. Vaya a cuanto cóctel o presentación de libro, salga borracho y jarto, si puede llegar arrebatao mejor y luego, en una esquina, comente con su amigo mundialmente famoso, no obstante inédito (se la debo al Wico) que el autor que publicó su libro es una mierda, afírmese en que "somos los dementes, bohemios, arrebataos..."

9. Al menos una vez en su vida lea un poema en El Boricua y grite ¡Viva Puerto Rico Libre!

8. Odie el nacionalismo boricua, sobre todo el boricua pop y ame todo lo cubano, argentino, francés, brasileño o español, si usted es más a lo Generación del 27...

7. Escuche a Soda Estéreo, y si es hip-hop a los Orishas, mientras desprecia al reggaetón, ¡uy, fó esos lúmpenes! Bueno... ahora tiene la alternativa de Calle 13, that's your call... Si le gusta Superaquello ya tiene la mitad del camino ganado...

6. Reúnase en cónclaves con otros escritores jóvenes e inviten a un@ profe forthy ager mafuter@ que después de la segunda cachá se l@deja mamar o te somete al felattio insaciable y se golpea el rostro con tu miembro justo cuando acabaste y te reclama: "dame comida papi"...pero sobre todo alabaos los unos a los otros. Ojo: no ose ser cuate de Mayra Montero, mucho menos de Mayra Santos, a la primera tíldela de cubana presentá, a la segunda dígale oreo cookie...odie sus éxitos, repítase: "malditas escritoras vendías, profesionales..."

5. Escuche Radio Universidad, no se le ocurra poner 94.7, 107.7, o si es ecuajei ponga la Z, recuerde: ¿Qué es lo que quiere el pueblo?, ¡mássss zeta!

4. Tómese una foto y oculte su apariencia, no se deje ver así porque sí, o es que Drácula andaba por ahí de strip tease...

3. Récele a los dos San Manueles, Ramos Otero y Abreu Adorno, todas las noches, desprecie al resto del canon y escriba un poema anti-canónico, si puede despotricar contra Rosario Ferré, usted es un bravo...

2. Muéstrese deprimido o enojado con la vida, su linaje (si es que Dios le dio un apellido de esos señoriales) y conviértase en apostata... métase muchas drogas, hasta Sanny Flush y Kool Aid podrío, luego escriba un fragmento en el que confiesa que se masturbaba a nombre de su padre o su madre, pepera, megalómano u onanista, por su puesto...para mortificarlos... tranquilo, cuando usted sea semi famoso mamita o papá le dejarán su herencia, don't worry you'll be fine!...

1. Meta mano con sus ex profesores, profesoras y sus colegas o todos a la vez, sin olvidar que tiene que complacerlos lo más que pueda, inflen sus egos, el parnaso literario está a la vuelta de la esquina...

sábado, diciembre 10, 2005

Los trenes infinitos





Antes los observarás.
Desprecia la forma circular
donde sus vagones son la gota de lluvia del hierro.
Desprecia las ruedas que afilan su gesta en el umbral del día,
desprecia su sombra dentro de tus ojos.
Miras las vías y hablas sobre el océano quedo
que destruyendo tu recinto ha señalado la distancia.

Sólo para mostrarte que los has visto,
que tiemblan ante la humedad negra de Nueva Inglaterra,
que no hay nadie,
y que aquella isla maneja su incertidumbre,
reafirmada en otro sol,
en otro libro.

Aquí están los trenes infinitos,
imaginan la aparición del trueno en los grises pájaros del sur,
abrazan tu barca encallada en la costa
contemplan la cabeza de un hombre como tintero de su libertad.

Pero no intentes atraparlos
porque no son los caballos perdidos de algún emperador
ni trapo del tiempo fundacional.
Ya están escritos,
estaban señalados por una linea.

Todo es negro,
abundante humo.
Perfilas su carga de carbón en lontananza,
los trenes infinitos:
tu imagen de la noche en las entrañas de la tierra.

A Silvina Ocampo como homenaje a su poema LOS CABALLOS INFINITOS

del poemario Alejandría

La narcoliteratura y sus fieros caminos


‘Narco’ significa droga, también sueño. Quizás ambos significados jueguen con las fronteras dinámicas de este drama social, dueño del siglo XXI, que a veces vive más de las fantasías de sus actores –también llamados narcos- devenidas en crueles escenarios, que de la realidad transaccional de unos gramos de droga por tantos dólares.
La música y el cine fueron los primeros en apropiarse del escurridizo mundo del narco para convertirlo en móvil y catalítico de sus cavilaciones estéticas. Por ahí está la imagen de Al Pacino, arma en mano, personificando a Scarface. Por ahí están el sonido del gangstarap relatando a voz en cuello las vicisitudes del narcotráfico callejero y el del reggaetón boricua que crea una sonoridad única a partir del escándalo del tiroteo.
Ahora le toca a la literatura.

¿Qué es la narcoliteratura?
Varios escollos obstaculizan el camino hacia su definición. El prefijo ‘narco’, para empezar, comenzó a poblar el imaginario ciudadano que consume noticias hace apenas veinticinco años.
Segundo, la narcocultura, el conjunto de prácticas y significados construidos por los sujetos “reales” que hacen su vida alrededor de la actividad de transportar y comercializar drogas ilegales, es muy escurridiza. Las reglas del juego cambian constantemente. No hay límites, pues el instante que le represente una frontera será su sepultura: terminará la narcocultura y con ella la narcoliteratura. Ambas crean su propia ideología: lejos de condenar, negar o encubrir los referentes de la “realidad” que les sirven de zapata para construir su estética, viven, mueren y resucitan a través de y por su lenguaje y aquellos que lo hablan.
Aclaración pertinente: la narcoliteratura no versa sobre el personaje del adicto, el drogo, el yonqui, o el tecato que ha nutrido al imaginario literario desde Samuel Coleridge, pasando por Charles Baudelaire, Thomas de Quincey y William Burroughs, hasta Juan Antonio Ramos. No es su centro el personaje que desea esa sustancia letal que sabe a paraíso (cito el grafito de una jeringuilla roja inscrita sobre el letrero de la urbanización donde vivo), sino más bien relata las ordalías y vicisitudes del narco y su cartel, del Jefe y su estructura mafiosa, organizada.

Hablemos traqueñol
Una vez ubicados los actores de la narcoliteratura, reparemos en el lenguaje que sirve como vehículo de su ideología. Según el antropólogo mexicano Juan Cajas, en Latinoamérica existe una jerga que él llama “traqueñol”, a través de la cual se expresan los universos posibles del narcomundo, un término que puede extrapolarse sin dificultad alguna a la narcoliteratura.
El uso de este “traqueñol" que rebasa fronteras y al cual sin duda el reggaetón le debe mucho de su éxito internacional, es una especie de paradoja, pues se origina en un contexto regional y -sin ocultar su procedencia- se exalta hasta alcanzar una dimensión internacional.
Jorge Macías, uno de los personajes del autor mexicano nacido en Culiacán, Élmer Mendoza, de cuya autoría son dos importantes textos fundacionales de la narcoliteraura mexicana Un asesino solitario y El amante de Janis Joplin, relata que: ”En cuanto entré a mi cuarto me eché un pericazo para entrar en tono y me dispuse a esperar, puse una luz acá, leve, me serví un vaso de coca, me miré en el espejo y era cierto, estaba bien cateado, tenía los ojos hundidos y unas ojeras pa qué te cuento”.
Si este pasaje literario fuera a ubicarse en Puerto Rico bastaría con sustituir “me eché un pericazo” por “me metí un pase” y “estaba bien cateado” por “bien empericao”, para que la escena del narco se dibuje ante la imaginación del lector insular.

Colombianos versus mexicanos
Gran parte de los textos más importantes de la narcoliteratura son de la autoría de escritores mexicanos y colombianos. Corresponden a los dos países que tienen el papel protagónico en el tráfico internacional de narcóticos hacia los Estados Unidos, donde están los compradores y consumidores. Al momento ningún autor caribeño, ya sea haitiano, dominicano o puertorriqueño, ha novelado las peripecias de estas crueles islas que sirven de eslabón en la cadena ilícita hacia el vecino del norte. Quizás en un futuro…
Mas entre los colombianos y mexicanos, el uso del “traqueñol” marca una de las diferencias entre sus obras. Para los mexicanos el uso de la jerga va atado a una estrategia narrativa propia de la picaresca: el personaje principal emprende un viaje y en su trayecto se enfrenta a diversos peligros que lo marcarán para toda la vida.
Tal es el caso de Violetta R. Schmidt, la protagonista de la novela Diablo Guardían de Xavier Velasco. La adolescente de quince años comienza su periplo desde México hacia Estados Unidos tras robarles cien mil dólares a sus padres, quienes poseen una gran fortuna de dudosa procedencia. Ya instalada en Nueva York, reflexiona sobre la posibilidad de escribir: “Cómo aprender a vivir al chilazo, en 4 prácticas lecciones, por la eminente doctora Violetta R. Schmidt. Lección número uno: Róbese muchos dólares. Lección número dos: Pélese pa New York. Lección número tres: Quémeselos. Lección número cuatro: Arrégleselas” (Énfasis del autor).
Y Élmer Mendoza, en El amante de Janis Joplin, utiliza la movida picaresca como catalítico de las peripecias que vivirá David Valenzuela, quien protagoniza la acción cuyo origen está en un golpe de mala suerte: mató en defensa propia a un narco de la región de Sinaloa y ahora debe huir.
Para los personajes de las tramas mexicanas el enfrentamiento con el otro se consumará una vez se expongan al American way of life. Mediante el choque de identidades se intentará desatar el nudo gordiano vital que los consume.
Pero no son los mexicanos los únicos que tematizan el problema. El español Arturo Pérez-Reverte se vale de un plan parecido en La Reina del Sur. Mediante una jugada magistral, acude a la metaliteratura para añadirle más verosimilitud a su relato convirtiendo al escritor Élmer Mendoza en un personaje más. Cuenta el narrador y alter ego de Pérez-Reverte: “También hice un par de buenos amigos […] el escritor sinaloense Elmer Mendoza, cuyas espléndidas novelas Un asesino solitario y El amante de Janis Joplin había leído para ponerme en situación”. Así como Teresa Mendoza tiene que lidiar con el asunto de la identidad mientras emprende su odisea entre México y Europa, el rapsoda de Pérez Reverte se enfrenta a un universo mexicano que se le presenta como ancho y ajeno.
En Sudamérica hay una golondrina que hace el verano en cuanto al tratamiento que le da al asunto de la identidad. Es El otro Gómez, del autor argentino Diego Paszkowski. La novela parte de una premisa genial: el destino de William Puente, un contable apestao de la vida, mediocre y cobarde, cambia de súbito cuando es secuestrado y obligado a vivir una vida que no le pertenece tras ser confundido con el segundo en mando de un cartel boliviano que trafica coca hacia Argentina. Aunque el choque de otredades está presente cuando Puente se embarca en un viaje a Bolivia luego de asumirse como Gómez, la colisión no tiene los matices “políticos” que pueblan las novelas de los autores mexicanos. Se trata más bien de un dilema ético, de un juego borgiano que provoca al lector con una pregunta cuyo zumbido lo inquieta: ¿Qué pasa cuando el otro es el mismo?
De otra parte, para los autores colombianos el asunto de la identidad no tiene tal prominencia, quizás por la distancia geográfica que los separa de Estados Unidos o porque la diáspora colombiana hacia la nación estadounidense aún no cala hondo en el imaginario de los sudamericanos.
Sin embargo, dadas las grandes poblaciones de nacionales colombianos en ciudades como Nueva York y Miami, esto debe cambiar muy pronto. Por otro lado, los escritores colombianos conocen muy bien el mundo rococó de la opulencia y el derroche que de manera tan nítida recrean en su narcoliteratura. Ante la ausencia de un linaje burgués que justifique su riqueza, el traquetero protagonista de la narcoliteratura es un calco de sus homólogos reales, con su espectáculo de excesos que busca la aceptación social mediante la adquisición de bienes, aunque sean innecesarios.

Una gallera con lozas de cerámica y baños enchapados en oro
La imagen anterior no es invención sino real. Cuenta Oscar Escamilla en Narcoextravagancia que un fotoperiodista colombiano quedó lelo cuando le tocó cubrir un allanamiento de las autoridades en una de las fincas de Pablo Escobar cerca del río Magdalena, en las afueras de Medellín. Allí había una gallera extraordinaria: “Cuando llegó con las autoridades descubrió una gallera que por fuera tenía enchapes de cerámica , el redondel alfombrado con un tapete café oscuro, lo mismo que las graderías[…] el pequeño coliseo estaba junto a una casa con grifos y duchas enchapados en oro y pisos de mármol importado”.
En Leopardo al sol, de Laura Restrepo, cuando Mani Monsalve quiso comprar su casona colonial en aras de arrimarse a la burguesía histórica colombiana: “[…] les hizo una oferta a puerta cerrada que incluía todo lo que tenía adentro: cómodas, armarios y chiffoniers, óleos, vajillas Rosenthal, cubiertos de plata Cristoffle, piano, bronces, mantelería de encaje, porcelanas Limoges, jarrones, cristalería Baccarat, biblioteca con todo y libros –dos mil tomos en francés- bargueños, árbol genealógico y una pareja de perros afganos, un mayordomo calvo y homosexual y tres mucamas entrenadas”.
Así, y según atina la antropóloga Lilian Paola Ovalle, en su ensayo Las fronteras de la “narcocultura”: “El sujeto obtiene los recursos materiales que desea y, dada la importancia que tienen socialmente dichos recursos, él empieza a asumir un cambio de su lugar en el ambiente social. Se percibe a sí mismo como más poderoso, y al saberse respaldado por una red de complicidades y por una organización igualmente poderosa, empieza a relacionarse con el otro estableciendo relaciones funcionales mediadas muchas veces por la violencia material y simbólica” (El énfasis es mío).
Esa virulencia consumista de los traqueteros de la narcoliteratura no es más que la manifestación de su deseo de poder, enfrascado en una lucha por la sobrevivencia al interior de un mundo paternalista y macharrán. Según el decir ácido del capo marielito Tony Montana en Scarface sobre cómo se bate el cobre en Estados Unidos: “In this country, first you make the money, then you get the power, and then you get the women”.

¿Y qué hay de las gevas?
El traqueteo no es asunto exclusivo de hombres. Arturo Pérez-Reverte con Teresa Mendoza en La Reina de Sur y el colombiano Jorge Franco con Rosario Tijeras así lo han demostrado. Ambos personajes viven una feminidad conflictiva, pues para sobrevivir en un mundo de macharranes tienen que hacerse excepcionalmente fuertes para que los capos brutos entiendan que ellas son uno más y que en cualquier momento pueden clavárselos.
Una muestra: Rosario, hermana de un ganguero colombiano, es violada por un par de tarambanas que traicionan la confianza que en ellos había depositado Johnefe, el hermano de la protagonista. Se gana el mote de “Tijeras” a partir de un día en el que decide tomarse la justicia con sus manos. Habla Rosario: “[…] y fue hasta que le perdí el miedo, hasta que decidí que ese tipo me las tenía que pagar, entonces yo le seguí el jueguito de las risitas y el coqueteo hasta ponerlo bien contento, y al tiempo, como al mes, un día […] le dije que pasara que mi mamá no estaba, y no te imaginás cómo se le abrieron los ojos, y claro, yo ya sabía lo que iba a hacer, entonces lo entré al cuarto que era mío, le puse musiquita, me dejé dar besitos, me dejé tocar por donde antes me había maltratado, le dije que se quitara la ropita y que se acostara juicioso al lado mío, y yo lo empecé a sobar por allá abajo, y él cerraba los ojos diciendo que no lo podía creer, que qué delicia, y en una de esas saqué las tijeras de doña Rubí que yo había metido debajo de la almohada y, ¡taque! Le mandé un tijeretazo en todas las güevas”.
A vuelo de pájaro, lector, ya tienes una idea sobre los caminos fieros por los que anda la narcoliteratura. En el recuadro encontrarás diez “pasecitos” sobre las obras más representativas, según un orden que establezco debido a la complejidad con la que representan el mundo del narcotráfico.

Diez pasecitos para el lector
1. Laura Restrepo, Leopardo al sol. Editorial Anagrama: Barcelona, 2001.
Restrepo es para la narcoliteratura lo que Pablo Escobar fue para el narcotráfico, ella es la caballota, la diva, la potra. Antes de ser escritora, fue periodista. Aquí cuenta la historia de dos familias del desierto de La Guajira, al norte de Colombia, que un buen día dejaron de ser dos tribus para convertirse en los bichotes que controlaban el narcotráfico de la zona.

2. Diego Paszkowski, El otro Gómez. Editorial Sudamericana: Buenos Aires, 2001.
William Puente está en la estación de autobuses de Retiro en Buenos Aires, cuando un grupo de bandoleros lo secuestra, confundiéndolo con un narco importante. Así comienza a desatarse esta trama de sabor borgiano que nos relata las implicaciones éticas que conlleva asumir la personalidad de otro.

3. Laura Restrepo, Delirio. Editorial Alfaguara: México D.F., 2004. (Premio Alfaguara de novela 2004)
La protagonista, Agustina, es la Colombia actual que todo lo olvida y no se detiene a ponderar el origen de su desgracia. Según avanzamos en la lectura se nos revela el semblante macabro de una realidad inmediata y violenta a la que bien valdría colocarle un letrero que leyera “Prohibido olvidar”.

4. Fernando Vallejo, La Vírgen de los Sicarios. Editorial Alfaguara Hispánica: Bogotá, 1995.
Fernando Vallejo es el narrador del dolor profundo que vive Colombia. Aquí el narrador, un alter ego del autor, regresa a su patria luego de uno de sus exilios y se enamora de un sicario adolescente.

5. Alonso Salazar J., La parábola de Pablo. Editorial Planeta: Bogotá, 2001.
Biografía de Pablo Escobar escrita por uno de los periodistas más versados, documentados y valientes no sólo de Colombia, sino de Latinoamérica entera, tan interesante que se lee como si de una novela se tratara.

6. Arturo Pérez-Reverte, La Reina del Sur. Editorial Alfaguara: Madrid, 2002.
Más que la historia de la narco Teresa Mendoza Chávez, ésta es una búsqueda extraordinaria que dibuja con precisión periodística hasta dónde llegan los tentáculos internacionales del narcotráfico.

7. Jorge Franco Ramos, Rosario Tijeras. Editorial Mondadori: Barcelona, 2000.
Rosario, hermosa, pobre y hermana de un títere callejero, se ha hecho de un nombre entre los capos por la frialdad con la que consumó la venganza sobre quienes la violaron y vejaron. Se trata de un relato sobre el poder del narcotráfico desde la perspectiva de una feminidad conflictiva y de algo más: de una novela “rosa” bañada en sangre.

8. Élmer Mendoza, Un asesino solitario. Tusquets Editores: México D.F., 1999.
Jorge Macías, un sicario resentido, recuerda que antes del asesinato del candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio, hubo otro atentado contra el político. Debe probar que está a la altura de la violencia demente que amenaza con llevárselo enredado, a pesar de su habilidad como pistolero.

9. Élmer Mendoza, El amante de Janis Joplin. Tusquets editores: Barcelona, 2003.
David Valenzuela tiene que huir tras matar en defensa propia a un narco de la región de Sinaloa, al norte de México. Su periplo bufo y picaresco lo lleva a encontrarse con los personajes y las situaciones más inverosímiles, pero el encuentro fortuito con la roquera suicida y símbolo del counter culture de los setenta, Janis Joplin, lo marca para siempre.

10. Xavier Velasco, Diablo Guardían. Editorial Alfaguara: México D.F., 2003. (Premio Alfaguara de novela 2003)
La joven Violetta R. Schmidt se dirige a Nueva York con cien mil dólares robados a sus padres. Aunque no es una narco o traqueta, muchas veces posa como si lo fuera, quizás acelerada y alocada por el perico o la coca.

por Marcos Pérez Ramírez

jueves, diciembre 08, 2005

Mauro sueña


Mauro, un libro ahí
dice que ya duermes
Y si duermes, con qué sueñas

Con las tetas de mamá
que se llenan de leche mientras las acaricio
Con su olor a sueño de pañito
y arrumaco materno

O con los avatares insulsos de papá,
ansioso, que no sabe qué más hacer por conocerte.

O será que escuchas la risa de Marina
que pronto te enseñará como se marca un gol

Imaginas a Suhi excavando un hueco enorme en el patio
por el que llegan raudos a Japón


Visualizas Sake que no puede traerte el palito
que le aventaste y lo deja tirado
en una esquina mientras ríes
O es que celebras porque marcaste un penal
o que el público delira con tus saltos de ballet

Cuándo comenzó tu carcajada
a quedarse con toda esta casa
si vivo rodeado de gente
que jura que no haz dicho palabra

Dime si tu duermevela
se deslumbra al lance
de una balacera

Anda, relátame tus sueños
Dime que todo es enorme
nuevo
que los olores
definen los instantes
en los que el sol viene y va
que los perros son gua-guaus
y que Gatín es un miau-miau...


Y los humanos, Mauro, cómo somos
Te bastará con mamá y papá

Por ahora dime con qué sueñas
y calma esta primera angustia
otras seguirán desvelándome
a las tres de la mañana
pero ya estarás junto a mamá
y yo me acostaré a tu lado
y pensaré
que este macabro mundo es hermoso
sólo porque tú lo llenas con tus sueños.

San Juan, diciembre de 2005