miércoles, enero 18, 2006

Ahora le toca al ugly boricua

"La humildad no sirve con estos lechones, se equivocan, son brutos y morones con cojones".
No me la explota, Tego Calderón

Mi penúltimo padrastro, un bruto adinerado, nunca quizó ir de paseo con mi madre a Europa porque -No voy al carajo a ver piedras. El Viejo Continente para su estreñida imaginación era una cantera de peñones, un museo vetusto e insignificante. Pensamiento de un ugly boricua.

Puerto Rico está lleno de ellos y Estados Unidos no sabe qué hacer con esas manadas dementes. Como muestra presento a éste bambalán ejemplar, quien en el Puerto Rican Day Parade de Nueba Yol demuestra su "orgullo" con su traje abanderado, su gorro Tío Sam adaptado con la monoestrellada, su chipote chichón, también abanderado y su cara rechoncha maquillada con esta es la linda tierra que busco yo, mientras bebe Coca-Cola.

Lo más seguro nuestro marching amigo le confecciona una lista a su abuela en Las Marías para que le envié las cosas que él 'necesita': pasteles, lechón congelao, coquito y otros aburrimientos trillados del paladeo boricua.

Mas ese no es el asunto de este fragmento, amigo del Búcutu, sino un vistazo Nesquik, al comportamiento de los ugly boricuas cuando salen de sus fronteras nacionales, como le gustaría reafirmar a un independentista utópico quien aún piensa que los linderos de la ínsula son 'nacionales'.

El ugly boricua deplora a su país, mientras está en sus confines territoriales, pero lo ama tan pronto percibe alguna 'amenaza' contra su 'identidad'. Recuerdo que hace unos seis años disfrutaba de un vuelo desde San Juan a Santiago de los Caballeros, en República Dominicana, cuando un bonche de palurdos comenzaron a cantar el hit parade de la zanganería boricuosa: 'la pelúa' y 'la bomba'.

¡No había pasado ni una hora desde que había despegado la aeronave del aeropuerto de Isla Verde y ya estos chinchorreros estaban nostálgicos! Las azafatas, algunas de ellas puertorriqueñas otras dominicanas, estaban presas del asombro ante la actitud de cantar algo 'puertorriqueño' con fervor y alevosía, como si en la aduana quisqueyana les fueran a exigir como impuesto de entrada su alma borincana.

Claro, hay que cantar y duro, gritando. Otra estampa: viajé hace dos años con mi familia a Costa Rica. Los ticos, sobre todo los que viven del turismo, se esmeran por darle las atenciones necesarias a sus huéspedes, siempre muy orgullosos del devenir pacifísta y de pueblo de amantes de la naturaleza que tomó su país.

Sin embargo, una bibliotecaria universitaria portoricensis, blanca, regordeta y cafretona, junto a su hija, no cerraron el pico hasta que convencieron al tour guide y al resto de la tripulación -otra pareja de boricuas y un par de alemanes taciturnos- a que cantaran canciones de Puerto Rico.

Lo obvio, y como acto de cortesía, era que le pidieran al tour guide que nos brindara con una tonada de su país para consumar el intercambio cultural. Pero no, insistieron en 'El jibarito' y 'En mi Viejo San Juan', dos de las canciones más deprimentes de todos los tiempos. La verguneza me acechaba.

Si hubiera existido una ventana de escape en la guagua me hubiera lanzado con mi familia y nos hubieramos quedado pastando vacas en los valles que circundan a Cartago. Los alemanes miraban a los ugly boricuas como si fueran mandriles cantores; la otra pareja Del País se enchurrascó en la bobería patriotera, mientras el guía -que no era ningún pendejo y quería su buena propina- les hacía coro.

Y es que el ugly boricua -como su colega estadounidense al que aludo en el escrito anterior- es un rico de nueva cuña, o más bien se cree acaudalado ante -¡Chacho!, esas repúblicas que son bien pobres, allí la gente se muere de hambre, no hay trabajo, no hay comida, no hay dinero, ¡no hay moles!...

Y como al bruto le pagan en US Dollar$ es justo y necesario que le restriegue en la cara a los latinoamericanos su paupérrimo destino, mientras lo atosigan con relatos sobre su abultada billetera, la mansión en la que residen en Park Gardens o el maquinón Ford y su caballaje, al tiempo que le recuerdan que son descendientes de asturianos, aunque su semblante delate su burundanga.

La estulticia consumista del urban yaibaro se pone de manifiesto cuando pide que lo lleven a -Comprar, comprar y comprar... Así constaté mientras hacía un recorrido por Venezuela back in 1988. Bajábamos de pasar un día solaz en la Colonia Tovar, cuando el guía turístico le preguntó al grupo si quiería visitar la casa museo donde vivió Bolivar, en Caracas, o hacer alguna otra actividad. Una gorda tetona, lunar verrugoso sobre el labio superior, no permitió deliberación alguna: -¡Ya estamos jartos de tanto museo, vamos pa' las tiendas!-, gritó a boca de jarro.

En otra ocasión tuve la dicha de que una amiga dominicana con quien estudiaba en EE.UU., me invitó a pasar la tarde en la terraza del hotel Barceló de Santo Domingo. Ella era socia de no sé qué club del hotel y yo, como dice el lema de la FUPI, todo boricua cachetero, no dejé pasar tan preciada oportunidad.

Así que ahí estoy, cual machaso soft con su vodka con jugo de arándanos y limón, dándole mi melena al viento que llevaba en aquellos días, y oteando las protuberancias de mi amiga, a quien, hasta ese momento, no se me había ocurrido fuera una oportunidad para el rapeo y grajeo, deslumbrado con su bellísimo bikini, cuando una pareja de adolecentes nos saltó por encima e hicieron el clavado estilo 'bomba' en la piscina.

-Esos son compatriotas tuyos-, me dijo la chica con una sonrisa entre la conmiseración y el asco.

-Ya, ¿cómo lo sabes?-, respondí inocente.

Fueron los chicos quienes aclararon el entuerto. Ambos salieron de la superficie de la piscina, con dos pendientes de brillantes en cada cuajo, cadenús, casco al rape, para reclamarle a un tercero que se quedó sentado en la barra...-¡Cabrón, tráenos un pal de jelvesas!

Y así se pasean por Quisqueya, creyendo -como me creí por unos instantes en que pensé que era posible levantarme a mi amiga- que son los pimps de la República, los chingones; que todas las gevas se arrodillan ante ellos; que hay que beberse todo el Brugal y las Presidentes as soon as, cuando una gran mayoría de las mujeres dominicanas, a la sazón domesticadas por el machismo hard core de nuestra cultura vecina, piensan que son...-Unos boricuas pariguayasos y encima pájaros. Traducción al sanjuanero: mamaos y amariconados.

Igual se comportan cuando van de visita... -A las islas, chacho pa' bebel mucho del ron con hongos en el Sack de Bomba, fumalnos un moto y chingalnos a par de gringas en Jujst Ban Daik. O cuando van a España y meten la feca -como una vez hice en Washington con una madrileña- de que bailan salsa con cojones. A mi no me dio buenos resultados aquella mentirilla, pero ya les cuento en otro texto...

Regreso al vistazo que nos compete. El ugly boricua es tal y como Luis Rafael Sánchez describe a su Benny de La Guaracha del Macho Camacho: bruto y orgulloso de serlo. Su verbo es todo un estreñimiento de ideas y una churra de disparates.

Ya viene por ahí, lector del Búcutu, una novella que promete relatar las lindezas de un road trip de unos boricuas por la República Dominicana: All inclusive. Espérala.

Me despido con otra imagen. También he posado como ugly boricua cuando estudiaba en the land of the free. Véanme entrando a la estación Smithsonian del metro de Washington DC, llevó un jugo de china en la mano, en violación de los reglamentos del tren, cuando un virginian muy educado y cortés me instruye... -Sir, you can drink on the train... Y yo le respondo entre dientes, con la cabeza rapada que llevaba antaño, mis patillas a lo hockey stick, mi guayabera azul ancha marca La Cubanita y mi collar de la bandera de Puerto Rico confeccionado con beads...-I nou dat, gringo!.

La nostalgia es la autopista al ridículo y yo como good hardworking boricua student me regodeaba en mi estado. Amén puñeta.

1 comentario:

Pedro Cabiya dijo...

Si un grupo de ugly boricuas está armando un reperpero en el extranjero o en la antesala del extranjero (en el aeropuerto, en el avión), digamos que están cantando "la bomba": más te vale ponerte a cantar también, porque si no, te cagaste en tu madre. Hasta el más pene-pé de ellos te va a decir "vendepatria". A mí una vez por poco me dan una catimba en Virgen Gorda.