jueves, enero 12, 2006

Mima íntima

Por Marcos Pérez Ramírez
Especial para Búcutu

Cada vez creo menos en las casualidades. Me apresto a escuchar el nuevo disco compacto de Mima cuando saco la selección musical que había en el sistema de sonido de mi auto: Wave de Antonio Carlos Jobim. Así que guardo por un momento la grabación del carioca en el estuche de la cantante. La producción del brasileño me acompaña a todas partes, es la música de mi hijo: Mauro. Mi esposa, Yazmín, me pidió música para ponerle al niño y no titubié en recomendar esas melodías que acompañaron mi niñez. Seducía mi imaginación la jirafa que galopaba rauda hacia un verde atardecer en la carátula de aquel LP, entre los cientos que coleccionaba mi madre.

Mas ahora pienso que la música de Mima, con su producción de nombre homónimo, tiene mucho de la cadencia seductora que hizo famoso al autor de la chica de Ipanema. Llena la imaginación del oyente poco a poco, como una marejada suave que todo lo colma de felicidad con la misma vocación cosmopolita, salvando las diferencias de tiempo, pues la boricua está al tanto de las corrientes contemporáneas de féminas de la talla de Nora Jones, Cibelle o Bebel Gilberto.
La escucho mientras voy camino al encuentro con la cantautora y las dificultades en el camino se esfuman. El tráfico y la demencia urbana se tornan en susurros y su voz va llenando esos breves espacios en los que el ruido ya no está. Se trata de una sonoridad sutil que acota la tenacidad de su creadora, la labor de una artista feliz. Llego al lugar de la reunión.

¿Será Mima aquella que hurga curiosa en la pantalla de una computadora portátil? Si, aquí está Yarimir Cabán Reyes tal y como la conocen sus amigos y familiares. La saludo.

Comenzamos a conversar sobre su crianza, formación, experiencias y la música que la picó hasta convertirse en Mima. Es santurcina de nacimiento. Su infancia y adolescencia transcurrió entre el barrio cangrejero, Cupey y el condominio el Monte en Hato Rey, me relata con mirada entusiasta y sonrisa tierna.

Ella es una entre los cinco hijos de Mercedes Reyes y Benjamín Cabán. Tiene 29 años, es pequeña, dicharachera, muy viva, observadora y sensible, con el comentario preciso y agudo a flor de labios. Comienzo preguntándole sobre su familia, pues algunos de ellos son protagonistas de sus canciones. “Somos bien diferentes, físicamente, así como de personalidad, mi hermana Liani es una india, yo soy una 'jincha', mientras que mis hermanos son pelirrojos y pecosos.
Benjamín, quien a pesar del nombre es el mayor, es ingeniero industrial, Myrna es ilustradora médica, Israel estudió artes gráficas y Liani estudió fotoperiodismo, aunque ejerce como maestra de una escuela Montesori”, explica, sin dejar de mover las manos y con la mirada inquisidora fijada en su interlocutor.

¿Cómo es posible que personas tan diferentes convivieran bajo un mismo techo?, le cuestiono. Mima responde que “mis papás son bien ‘funky’, tienen su lado tradicional, pero son librepensadores, se han permitido crecer y nos han dejado crecer”.

Remata su disquisición añadiendo que su papá “es un 'tripeo', además de ingeniería estudió para ser piloto y es un cinta marrón en taekwondo ...es un tipo muy sensible además de polifacético”.

Su educación comenzó en el Colegio Montesori de Puerto Rico, donde se describe como “la nena que siempre quería buscar la bola de voleibol que caía afuera del Colegio, para averiguar que había detrás de las bambúas” que servían de frontera a la escuela.

Luego pasó a la Escuela Superior de la Universidad de Puerto Rico (UPR), en la cual “era como Betty la fea porque escribía en mi diario y me acostaba en él a llorar, era gordita y muy tímida. Hay gente que quiere volver a la adolescencia. Yo no. La adolescencia duele, era ingenua y con muchos complejos y temores. Pero a su vez esa ingenuidad me permitió salir del miedo”.

Sin embargo no todo fue naufragio durante sus tiempos en la llamada “high de la universidad”. Allí compartió con un corillo de amigos talentosos, de los que nunca deja de hablar con elogios y cariños: Amed Irizarry, Javier Curet (hoy líderes de la banda de salsa PVC) y Willie Rodríguez y Omar Silva (cantante y guitarrista de Cultura Profética, respectivamente). Fueron ellos quienes encendieron la llama de su amor por la música brasileña.

“Javier me pasó un disco de Astrud Gilberto y Stan Getz, luego vinieron otros préstamos del corillo, como Ornela Vanoni y Vinicus de Moraes. Conocer esa música fue muy novedoso, sobre todo por la forma de usar la voz como un instrumento, desafía convicciones, todo está en el feeling, en la interpretación”, explica, cuando reparo en uno de los tres tatuajes que se ha hecho: en su mano izquierda comparten su piel el Principito y la boa que se tragó un elefante, según el relato de Antoine de Saint-Exupéry, “el primer libro que leí de niña”, dice Mima.

Aunque su relación con la música no siempre transcurrió sin conflictos. En algún momento de su niñez, tal vez por rebeldía, le hizo pasar un bochorno a su madre, quien la llevó a una audición para integrarse al Coro de Niños de San Juan.

“Pero yo había escuchado historias de terror del Coro, que era dizque súper disciplinado con los niños, como los japoneses, así que desafiné adrede”, añade con picardía. Mima pudo seguir sus aspiraciones musicales -continúa- gracias a sus amigos y a su tía Nieves, quien “hubiera sido la Lupe de Puerto Rico, si hubiera tenido el apoyo, pero terminó como maestra”. Ella llegaba de Nueva York, con sus abrigos, cuentos y una grabadora en la mano para grabarla cantando, era su “ventana de escape”.

En su último año de estudios de escuela superior participó de un intercambio estudiantil en Brasil, donde vivió un año y creció como ser humano, por “el hecho de aprender portugués a la fuerza, con una familia pobre de Sao Paulo, que me enseñó a convivir con gente, que aunque tenían mucho en común conmigo, eran diferentes”.

Regresó a San Juan con el bagaje para vencer “el miedo fundamental, que viene de la incertidumbre, de querer controlarlo todo, y ahí tomé mi primera decisión: estudiar. Elegí estudiar cuando mi madre me dijo, ‘bueno mija, si quieres trabajar en Burguer King, lo puedes hacer, ya yo cumplí’ Y yo dije, ‘Diablo, ¿esto es ser adulto, soy libre?’”.

Así fue como Yarimir decidió ir a la UPR y no trabajar en un restaurante de comida rápida, dándole una oportunidad a que naciera Mima para cantar, según escucho en la canción que lleva su nombre, “viva la vida aunque esté en la quilla”. Allí comenzó por ciencias políticas, luego tomó clases de historia y estudio arquitectura. Más tarde domó “su voluntad anárquica” y terminó un bachillerato en estudios interdisciplinarios, en el que armonizó, casi, todas sus inquietudes intelectuales.

Luego colaboró como corista de la agrupación de reggae Cultura Profética, pero no fue hasta apenas hace unos dos años que le picó el deseo de grabar su primera producción. Y es que para esta mujer, quien dice sentirse “como una flor en carne viva que ha endurecido su pellejo”, las poses y los desvaríos no tienen lugar en su vida creativa.

“Mi trabajo dirá quien soy. No quiero las etiquetas. No quiero ser una imagen, quiero ser feliz. Y este disco es una documentación, mi trayecto”, responde cuando le pregunto si teme ser encasillada como una cantante puertorriqueña de música brasileña.

Con una gran dosis de humildad acepta que la recepción de su disco ha sido buena, “pero no me lo creo, tengo mucho que aprender y caminos que recorrer”, al tiempo que subraya que todo “se lo debo a los músicos (que la acompañan en el disco). Yo propuse las letras, ritmos, pero son ellos y el proceso los que lo llevan a la terminación’’.

Así es Mima, en ella todo es ir. Confiesa que en la grabación que lleva su nombre “lo que quería era proponer la antítesis del llanten. Como decir, sí, mira, la vida esta bien jodía, pero hay que pintarla de colores”. Ya lo creo. En su producción conviven la tristeza y la felicidad, la soledad y la querencia, o mejor dicho ese feeling tan brasileño que traslada a Puerto Rico, abarcador y difícil de traducir: saudade.

En español significa murria, morriña, añorar y añoranza, palabras que no logran definir el alma de esta música. Pues según Mima “el sonido es un misterio, me atraviesa con color; direcciones sin partida me picaron entera...entera”. A mi esta música me picó la vena, y como recomienda la voz melosa de su cantante, me picó entero. Vuelvo al comienzo de esta crónica y repito: cada vez creo menos en las casualidades. Ahora Mauro tiene un nuevo disco para escuchar.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Mima, además de ser una excelente cantante, es una poeta de finísimo oído. "Ojo avizor" es una joya.

N. E. Rodriguez dijo...

Concurro con Kiki, esa cancion es una gema.

Anónimo dijo...

a mi lo que mas me gusta de MIMA es que esta bien buena

Anónimo dijo...
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zaoco dijo...

ay anónimo, que tú quieres verme bravo? mami, papi o engendro a mi lo tuyo no me la explota, estás perdiendo tu tiempo...tu loco, loco/a y yo tranquilo...

Anónimo dijo...

Quiero aclarar que el zafaíto anónimo no soy yo. Jiempre firmo con mi nombre, Tupai. MiMa es una cantante de siete pares de lo que usté quiera y es poeta. A mí lo que me gusta de ella es que sus canciones no me insultan la inteligencia ni la ignorancia que tengo. Eso se respeta. Si está buena o no, no viene al caso. Yo na más le tiro a zaoco por joder, pero me gusta como escribe.

a mí se me parece a una chamaca que mi novia pidoki se pasa mencionando y oyendo, tori amos. son como poemas aunque pa mí MiMa canta más. pero no sé mucho de eso.

eja es la que hay.

Tupai Amaru aka 2Tan C´mon

Anónimo dijo...

Mima, ojalai y que tu fueras mi mai...

Anónimo dijo...

Mima es una diva, canta hermoso, pinta mis dias y no me canso de escuchar sus melodias, su musica es mi inspiracion cada ke madrugo para ir al conservatorio jijiji serio
soy de Panamá y pues digo esta chika tiene un talentooooooo Espectacular, demasiado lindo y original

Mayde