domingo, diciembre 18, 2005

Yo tengo un tío


Todos tenemos un tío loco. Alguien que sirve como chivo expiatorio de los delirios familiares acumulados por generaciones. Mi familia no es la exclusión de esta ley natural. Los relatos descabellados de las aventuras de mis tíos se agudizan según el transcurso del tiempo o la cantidad de alcohol que haya ingerido el relator@.

Y es que el alcohol es el máximo común denominador en mi familia. Ahí está mi tío Israel con su nariz bola redonda de payaso jugando dominos. Fijo en su Corona. Todo el mundo creía que estaba obseso con el casco de cerveza, pero ignorábamos que era su mejor bastón.

O reparen en el Cucho, un jíbaro de Utuado con pelo negro y ojos azules, bigote villista, digno aspirante a un Magnum criollo, un bruto de salón. Le daba al pitorro duro y terminaba la jienda en la primera charca que apareciera.

El Cucho era menso. Sólo en un par de ocasiones mi padre logró bajarlo de la jalda. Siempre había que ofrecerle un cachete al atorrante. Una tarde de un sábado después de haber bajado de chinchorro en chinchorro por la loma nos metimos en una churrasquería.

Cucho cambio el pitorro por el vino argentino y los resultados fueron nefastos. Le entró un delirio gardelesco y quiso bailar tango hasta en el baño, pero lo único que consiguió fue dar tantos tumbos afincándose para una cagada que arrancó el inodoro de cuajo y tumbó la puerta del retrete. Mi padre y yo tuvimos que fajarnos con cinco argentinos furiosos. Al término negociamos con aquellos dogos y pagamos la azaña. A casa nos fuimos con los oídos retumbantes en la puta que te parió.

Israel, por su parte, casi pasa a mejor vida en la primera fiesta navideña del 2000. Se le ocurrió disfrazarse de Santa. Mas no reparó en que se le asomó el cabezón del talanco mientras hacía el Show Navideño, según se presentó, frente a cinco niños, dos de ellos infantes, y tres adolecentes. Con un asco cercano a la pavera todos vieron aquello.

Pero a su hermana Carmencita, mariana, devota y divino niño en pecho, no le dio gracia. Le molió los huevos a patadas y lo tiró contra la verja del patio. Allí todos los niños lo patearon hasta el cansancio. Creo que hasta Enriquito lo meo.

1 comentario:

La cera en flor dijo...

al fin, rock!